“Dios no dice: Pedid una
vez y recibiréis. El nos
ordena que pidamos. Persistid
incansablemente en la oración. El pedir con persistencia hace más
ferviente la actitud del postulante, y le imparte un deseo mayor de recibir las
cosas que pide. Cristo le dijo a Marta
junto a la tumba de Lázaro: ‘Si
creyeres, verás la gloria de Dios’ (Juan 11:40)” (Palabras de
Vida del Gran Maestro, pág 112).
ESPERANZA PARA LAS HERMANAS QUE LLORAN
1. ¿Qué esperanza dio Jesús al corazón y
la mente de la desconsolada hermana? Como lo muestra su respuesta, ¿qué fe
tenía Marta?
Juan 11:24-27.- Marta le dijo: Yo
sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. Le dijo
Jesús: Yo soy la resurrección y
la vida; el que cree en mí, aunque
esté muerto, vivirá. Y todo
aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? Le dijo: Sí,
Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al
mundo.
“Tratando todavía de dar la verdadera dirección a
su fe, Jesús declaró: ‘Yo soy la resurrección y la vida’. En Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de otra.
‘El que tiene al Hijo, tiene la vida’
(1 Juan 5:12). La divinidad de Cristo es la garantía
que el creyente tiene de la vida eterna. ‘El que cree en mí —dijo
Jesús, — aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no
morirá eternamente. ¿Crees eso?’ Cristo miraba hacia adelante, a su segunda
venida. Entonces los justos muertos
serán resucitados incorruptibles, y los justos vivos serán trasladados al cielo sin ver la muerte.
El milagro que Cristo estaba por
realizar, al resucitar a Lázaro de los muertos, representaría la resurrección
de todos los justos muertos… El
que iba a morir pronto en la cruz, estaba allí con las llaves de la muerte,
vencedor del sepulcro, y aseveraba su
derecho y poder para dar vida eterna. “No comprendía en todo su
significado las palabras dichas por Cristo, pero confesó su fe en su divinidad
y su confianza de que Él podía hacer cuanto le agradase” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 490).
2.. ¿Qué confianza expresó María a pesar
de su dolor? ¿Por qué Jesús estaba tocado y profundamente conmovido?
Juan 11:28-33.- Habiendo dicho esto, fue y llamó
a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama. Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él. Jesús todavía no había entrado en la aldea,
sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado Entonces los judíos que estaban en casa con ella y
la consolaban, cuando vieron que María
se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí. María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus
pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no
habría muerto mi hermano. Jesús
entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también
llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió.
“Los
clamores de las plañideras (llorosas) eran dolorosos; y ella anhelaba poder cambiar algunas
palabras tranquilas a solas con Jesús. Pero conocía la envidia y los celos que albergaban contra Cristo en su
corazón algunos de los presentes, y se limitó a expresar su pesar.
“… Leyó
el corazón de todos los presentes. Veía que, en muchos, lo que pasaba como demostración de pesar era tan sólo fingimiento. Sabía que algunos de los del
grupo, que manifestaban ahora un pesar
hipócrita, estarían antes de mucho maquinando la muerte, no sólo del
poderoso taumaturgo, sino del que iba a ser resucitado de los muertos. Cristo podría haberlos despojado de su
falso pesar. Pero dominó su justa indignación. No pronunció las palabras que podría haber pronunciado con toda verdad,
porque amaba a la que, arrodillada a sus pies con tristeza, creía verdaderamente
en Él” (Deseado Todas las
Gentes, pág. 491).
EN LA TUMBA
3....¿Qué sentimientos tuvo el Salvador
cuando vio el lugar donde Lázaro había sido enterrado? ¿Qué expresaron al mismo
tiempo algunos de los presentes?
Juan 11:34-37.- Y dijo: ¿Dónde le pusisteis?
Le dijeron: Señor, ven y ve.Jesús lloró. Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba. Y algunos de
ellos dijeron: ¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que
Lázaro no muriera?.
“… No era
sólo por su simpatía humana hacia María y Marta por lo que Jesús lloró.
En sus lágrimas había un pesar
que superaba tanto al pesar humano como los cielos superan a la tierra. Cristo no lloraba por Lázaro,
pues iba a sacarle de la tumba. Lloró
porque muchos de los que estaban ahora llorando por Lázaro maquinarían pronto
la muerte del que era la resurrección y la vida… Otros, tratando de sembrar
incredulidad en el corazón de los presentes, decían con irrisión: ‘¿No podía
éste que abrió los ojos al ciego, hacer que éste no muriera?’ Si Jesús era
capaz de salvar a Lázaro, ¿por qué le dejó morir?
“Descansaba
sobre Él el peso de la tristeza de los siglos. Vio los terribles efectos de la transgresión de la ley de Dios. Vio que en la historia del mundo,
empezando con la muerte de Abel, había existido sin cesar el conflicto entre lo
bueno y lo malo. Mirando a
través de los años venideros, vio los sufrimientos y el pesar, las lágrimas y
la muerte que habían de ser la suerte de los hombres. Su corazón fue traspasado por el dolor de la familia humana de todos
los siglos y de todos los países. Los ayes de la raza pecaminosa
pesaban sobre su alma, y la fuente de sus lágrimas estalló mientras anhelaba
aliviar toda su angustia” (El Deseado de
Todas las Gentes, págs. 491, 492).
4.
¿Tenía idea Marta del propósito de
Jesús? ¿Puede la gloria de Dios manifestarse solo cuándo la persona está viva?
Juan 11:38-40.- Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino
al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. Dijo
Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto,
le dijo: Señor, hiede ya, porque
es de cuatro días. Jesús le dijo: ¿No
te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?
“Cristo
reprendió a Marta, pero sus
palabras fueron pronunciadas con la mayor amabilidad. ¿No te he dicho que, si creyeres, verás la gloria de Dios?’ ¿Por qué habríais de dudar de mi poder?
¿Por qué razonar contrariamente a mis
requerimientos? Tenéis mi
palabra. Si queréis creer, veréis la gloria de Dios. Las imposibilidades naturales no pueden
impedir la obra del Omnipotente. El
escepticismo y la incredulidad no son humildad. La creencia implícita en la palabra de Cristo es verdadera humildad,
verdadera entrega propia” (El Deseado de
Todas las Gentes, pág. 493).
LA REVELACIÓN DE LA GLORIA DE DIOS
5.
¿Qué hizo Jesús cuando fue abierta la
puerta de la tumba? Aún en ese momento, ¿por quienes oró?
Juan 11:41, 42.- Entonces quitaron la piedra de
donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero
lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me
has enviado.
“Sereno,
Cristo está de pie delante de la tumba…’ No mucho tiempo antes de esto, los enemigos de Cristo le habían acusado
de blasfemia y habían recogido piedras para arrojárselas porque aseveraba ser
Hijo de Dios. Le acusaron de
realizar milagros por el poder de Satanás. Pero aquí Cristo llama a Dios su
Padre y con perfecta confianza declara que es Hijo de Dios.
“En todo
lo que hacía, Cristo cooperaba con su Padre. Siempre se esmeraba por hacer evidente que no realizaba su obra independientemente;
era por la fe y la oración cómo hacía
sus milagros. Cristo deseaba
que todos conociesen su relación con su Padre. En esta ocasión, los discípulos y la gente iban a recibir la
evidencia más convincente de la relación que existía entre Cristo y Dios.
Se les había de demostrar que el aserto de Cristo no era una mentira” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 494).
6.
En vez de seguir lamentándose y
llorando, ¿por qué lloró el dador de la vida? ¿Qué ocurrió para asombro de
todos cuando Él dio esta orden?
Juan 11:43, 44.- Y habiendo dicho esto, clamó a
gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!
Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y
el rostro envuelto en un sudario. Jesús
les dijo: Desatadle, y dejadle ir.
“Su voz,
clara y penetrante, entra en los oídos del muerto. La divinidad fulgura a través de la humanidad. En su rostro, iluminado por la gloria de Dios,
la gente ve la seguridad de su poder. Cada
ojo está fijo en la entrada de la cueva. Cada oído está atento al menor sonido. Con interés intenso y doloroso, aguardan
todos la prueba de la divinidad de Cristo, la evidencia que ha de comprobar su aserto de que es Hijo de Dios, o
extinguir esa esperanza para siempre.
“Hay
agitación en la tumba silenciosa, y el que estaba muerto se pone de pie a la
puerta del sepulcro. Sus
movimientos son trabados por el sudario en que fuera puesto, y Cristo dice a los espectadores asombrados:
‘Desatadle, y dejadle ir…’ Lázaro queda libre, y está de pie ante
la congregación, no demacrado por la enfermedad, ni con miembros débiles y
temblorosos, sino como un hombre en la flor de la vida, provisto de una noble virilidad. Sus ojos brillan de inteligencia y de
amor por su Salvador. Se arroja
a los pies de Jesús para adorarle” (El Deseado de
Todas las Gentes, pág. 494).
7.
Mientras las hermanas recibieron
desconcertadas y maravilladas a su hermano, ¿a quién recibieron muchos de los
presentes? ¿Se convencieron todos los presentes con esta maravillosa
manifestación del poder y gloria de Dios?
Juan 11:45, 46.- Entonces muchos de los judíos
que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron
en él. Pero algunos de ellos
fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho.
“Los
espectadores quedan al principio mudos de asombro. Luego sigue una inefable escena de regocijo y agradecimiento.
Las hermanas reciben a su hermano vuelto a la vida como el don de Dios, y con lágrimas de gozo expresan en forma
entre cortada su agradecimiento al Salvador.Y mientras el hermano, las hermanas y los amigos se regocijan en esta reunión,
Jesús se retira de la escena. Cuando
buscan al Dador de la vida, no le pueden hallar” (Deseado Todas las Gentes, pág. 495).
PARA MEDITAR
“Durante
su ministerio, Jesús levantó a los muertos dándoles vida. Resucitó al hijo de la viuda de Naín, a la hija de Jairo y a Lázaro. Pero
ellos no fueron revestidos de
inmortalidad. Después de haber sido resucitados, continuaron estando sometidos a la muerte. Pero los que resucitaron en ocasión de la
resurrección de Cristo, fueron resucitados para vida eterna. Ellos fueron la
multitud de cautivos que ascendieron con Cristo como trofeos de su victoria
sobre la muerte y el sepulcro” (Mensajes Selectos,
tomo 1 pág. 359).
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