viernes, 9 de agosto de 2013

06 | De muerte a vida


Dios no dice: Pedid una vez y recibiréis. El nos ordena que pidamos. Persistid incansablemente en la oración. El pedir con persistencia hace más ferviente la actitud del postulante, y le imparte un deseo mayor de recibir las cosas que pide. Cristo le dijo a Marta junto a la tumba de Lázaro: ‘Si creyeres, verás la gloria de Dios(Juan 11:40)” (Palabras de Vida del Gran Maestro, pág 112).

ESPERANZA PARA LAS HERMANAS QUE LLORAN
1.  ¿Qué esperanza dio Jesús al corazón y la mente de la desconsolada hermana? Como lo muestra su respuesta, ¿qué fe tenía Marta?
Juan 11:24-27.- Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.
“Tratando todavía de dar la verdadera dirección a su fe, Jesús declaró: ‘Yo soy la resurrección y la vida’. En Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de otra. ‘El que tiene al Hijo, tiene la vida’ (1 Juan 5:12). La divinidad de Cristo es la garantía que el creyente tiene de la vida eterna. ‘El que cree en mí —dijo Jesús, — aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees eso?’ Cristo miraba hacia adelante, a su segunda venida. Entonces los justos muertos serán resucitados incorruptibles, y los justos vivos serán trasladados al cielo sin ver la muerte. El milagro que Cristo estaba por realizar, al resucitar a Lázaro de los muertos, representaría la resurrección de todos los justos muertosEl que iba a morir pronto en la cruz, estaba allí con las llaves de la muerte, vencedor del sepulcro, y aseveraba su derecho y poder para dar vida eterna. “No comprendía en todo su significado las palabras dichas por Cristo, pero confesó su fe en su divinidad y su confianza de que Él podía hacer cuanto le agradase” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 490).

2.. ¿Qué confianza expresó María a pesar de su dolor? ¿Por qué Jesús estaba tocado y profundamente conmovido?
Juan 11:28-33.- Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama. Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él. Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí. María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano. Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió.
Los clamores de las plañideras (llorosas) eran dolorosos; y ella anhelaba poder cambiar algunas palabras tranquilas a solas con Jesús. Pero conocía la envidia y los celos que albergaban contra Cristo en su corazón algunos de los presentes, y se limitó a expresar su pesar.
“… Leyó el corazón de todos los presentes. Veía que, en muchos, lo que pasaba como demostración de pesar era tan sólo fingimiento. Sabía que algunos de los del grupo, que manifestaban ahora un pesar hipócrita, estarían antes de mucho maquinando la muerte, no sólo del poderoso taumaturgo, sino del que iba a ser resucitado de los muertos. Cristo podría haberlos despojado de su falso pesar. Pero dominó su justa indignación. No pronunció las palabras que podría haber pronunciado con toda verdad, porque amaba a la que, arrodillada a sus pies con tristeza, creía verdaderamente en Él(Deseado Todas las Gentes, pág. 491).

EN LA TUMBA
3....¿Qué sentimientos tuvo el Salvador cuando vio el lugar donde Lázaro había sido enterrado? ¿Qué expresaron al mismo tiempo algunos de los presentes?
Juan 11:34-37.- Y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve.Jesús lloró. Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba. Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?.
“… No era sólo por su simpatía humana hacia María y Marta por lo que Jesús lloró. En sus lágrimas había un pesar que superaba tanto al pesar humano como los cielos superan a la tierra. Cristo no lloraba por Lázaro, pues iba a sacarle de la tumba. Lloró porque muchos de los que estaban ahora llorando por Lázaro maquinarían pronto la muerte del que era la resurrección y la vida… Otros, tratando de sembrar incredulidad en el corazón de los presentes, decían con irrisión: ‘¿No podía éste que abrió los ojos al ciego, hacer que éste no muriera?’ Si Jesús era capaz de salvar a Lázaro, ¿por qué le dejó morir?
Descansaba sobre Él el peso de la tristeza de los siglos. Vio los terribles efectos de la transgresión de la ley de Dios. Vio que en la historia del mundo, empezando con la muerte de Abel, había existido sin cesar el conflicto entre lo bueno y lo malo. Mirando a través de los años venideros, vio los sufrimientos y el pesar, las lágrimas y la muerte que habían de ser la suerte de los hombres. Su corazón fue traspasado por el dolor de la familia humana de todos los siglos y de todos los países. Los ayes de la raza pecaminosa pesaban sobre su alma, y la fuente de sus lágrimas estalló mientras anhelaba aliviar toda su angustia” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 491, 492).

4.   ¿Tenía idea Marta del propósito de Jesús? ¿Puede la gloria de Dios manifestarse solo cuándo la persona está viva?
Juan 11:38-40.- Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?
Cristo reprendió a Marta, pero sus palabras fueron pronunciadas con la mayor amabilidad. ¿No te he dicho que, si creyeres, verás la gloria de Dios?’ ¿Por qué habríais de dudar de mi poder? ¿Por qué razonar contrariamente a mis requerimientos? Tenéis mi palabra. Si queréis creer, veréis la gloria de Dios. Las imposibilidades naturales no pueden impedir la obra del Omnipotente. El escepticismo y la incredulidad no son humildad. La creencia implícita en la palabra de Cristo es verdadera humildad, verdadera entrega propia” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 493).

LA REVELACIÓN DE LA GLORIA DE DIOS
5.   ¿Qué hizo Jesús cuando fue abierta la puerta de la tumba? Aún en ese momento, ¿por quienes oró?
Juan 11:41, 42.- Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.
Sereno, Cristo está de pie delante de la tumba…’ No mucho tiempo antes de esto, los enemigos de Cristo le habían acusado de blasfemia y habían recogido piedras para arrojárselas porque aseveraba ser Hijo de Dios. Le acusaron de realizar milagros por el poder de Satanás. Pero aquí Cristo llama a Dios su Padre y con perfecta confianza declara que es Hijo de Dios.
En todo lo que hacía, Cristo cooperaba con su Padre. Siempre se esmeraba por hacer evidente que no realizaba su obra independientemente; era por la fe y la oración cómo hacía sus milagros. Cristo deseaba que todos conociesen su relación con su Padre. En esta ocasión, los discípulos y la gente iban a recibir la evidencia más convincente de la relación que existía entre Cristo y Dios. Se les había de demostrar que el aserto de Cristo no era una mentira” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 494).

6.   En vez de seguir lamentándose y llorando, ¿por qué lloró el dador de la vida? ¿Qué ocurrió para asombro de todos cuando Él dio esta orden?
Juan 11:43, 44.- Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.
Su voz, clara y penetrante, entra en los oídos del muerto. La divinidad fulgura a través de la humanidad. En su rostro, iluminado por la gloria de Dios, la gente ve la seguridad de su poder. Cada ojo está fijo en la entrada de la cueva. Cada oído está atento al menor sonido. Con interés intenso y doloroso, aguardan todos la prueba de la divinidad de Cristo, la evidencia que ha de comprobar su aserto de que es Hijo de Dios, o extinguir esa esperanza para siempre.
Hay agitación en la tumba silenciosa, y el que estaba muerto se pone de pie a la puerta del sepulcro. Sus movimientos son trabados por el sudario en que fuera puesto, y Cristo dice a los espectadores asombrados: ‘Desatadle, y dejadle ir…’ Lázaro queda libre, y está de pie ante la congregación, no demacrado por la enfermedad, ni con miembros débiles y temblorosos, sino como un hombre en la flor de la vida, provisto de una noble virilidad. Sus ojos brillan de inteligencia y de amor por su Salvador. Se arroja a los pies de Jesús para adorarle(El Deseado de Todas las Gentes, pág. 494).

7.   Mientras las hermanas recibieron desconcertadas y maravilladas a su hermano, ¿a quién recibieron muchos de los presentes? ¿Se convencieron todos los presentes con esta maravillosa manifestación del poder y gloria de Dios?
Juan 11:45, 46.- Entonces muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él. Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho.
Los espectadores quedan al principio mudos de asombro. Luego sigue una inefable escena de regocijo y agradecimiento. Las hermanas reciben a su hermano vuelto a la vida como el don de Dios, y con lágrimas de gozo expresan en forma entre cortada su agradecimiento al Salvador.Y mientras el hermano, las hermanas y los amigos se regocijan en esta reunión, Jesús se retira de la escena. Cuando buscan al Dador de la vida, no le pueden hallar(Deseado Todas las Gentes, pág. 495).

PARA MEDITAR
Durante su ministerio, Jesús levantó a los muertos dándoles vida. Resucitó al hijo de la viuda de Naín, a la hija de Jairo y a Lázaro. Pero ellos no fueron revestidos de inmortalidad. Después de haber sido resucitados, continuaron estando sometidos a la muerte. Pero los que resucitaron en ocasión de la resurrección de Cristo, fueron resucitados para vida eterna. Ellos fueron la multitud de cautivos que ascendieron con Cristo como trofeos de su victoria sobre la muerte y el sepulcro” (Mensajes Selectos, tomo 1 pág. 359).



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