“El Redentor
del mundo poseía el poder de atraer a los hombres hacia Él, de aquietar sus temores, de disipar su lobreguez, de inspirarlos con esperanza y valor, de capacitarlos para creer en la buena voluntad
de Dios de recibirlos mediante los méritos del Sustituto divino. Como
objetos del amor de Dios, siempre
debiéramos estar agradecidos porque tenemos un mediador, un abogado, un intercesor en las cortes
celestiales, que suplica por
nosotros ante el Padre” (Mensajes Selectos, tomo 1, pág. 302).
MEDIADOR ENTRE EL SER HUMANO Y DIOS
1. ¿En qué momento se convirtió Jesús en el
Mediador entre Dios y el ser humano? 1 Timoteo 2:5.
Porque hay
un solo Dios, y un solo mediador
entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.
“Cristo fue designado como Mediador desde
la creación de Dios, designado
desde la eternidad para ser nuestro sustituto y garantía. Antes de que fuera hecho el mundo, se
dispuso que la divinidad de Cristo estuviera revestida de humanidad” (Mensajes
Selectos, tomo 1, pág. 293).
“Desde que pecaron nuestros primeros padres,
no ha habido comunicación directa entre Dios y el hombre. El Padre puso el
mundo en manos de Cristo para que por su obra mediadora redimiera al hombre y
vindicara la autoridad y santidad de la ley divina. Toda comunicación entre el cielo y la raza caída se ha hecho por
medio de Cristo” (La Maravillosa Gracia, pág. 43).
NUESTRO INTERCESOR
2. ¿Qué hace posible que las oraciones sean
contestadas? Juan 16:26, 27;
15:16.
En aquel
día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por
vosotros, pues el Padre
mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí
de Dios. No me elegisteis
vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre
en mi nombre, él os lo dé.
“Orar en nombre de Jesús es más que una mera mención de su nombre al
principio y al fin de la oración. Es orar
con los sentimientos y el espíritu de Jesús, creyendo en sus promesas, confiando en su gracia y haciendo sus
obras” (CC, pág. 100).
“Cristo es el vínculo de unión entre Dios
y el hombre. Él prometió su
intercesión personal. Coloca
toda la virtud de su justicia de parte del suplicante. Intercede por el hombre, y el hombre, que necesita ayuda divina,
intercede por sí mismo en presencia de Dios, usando la influencia
de Aquel que dio su vida por la vida del mundo. Mientras reconocemos delante de Dios nuestro aprecio por los méritos de
Cristo, nuestras intercesiones cobran fragancia. Mientras nos acercamos a Dios por la virtud de los méritos del
Redentor, Cristo nos atrae cerca de sí, rodeándonos con su brazo
humano, mientras que con su brazo divino traba del trono del Infinito. Pone sus méritos, como suave incienso,
en el incensario que tenemos en la mano,
a fin de alentar nuestras peticiones. Él
promete oír y contestar nuestras súplicas” (Joyas de los Testimonios, tomo
3, págs. 93, 94).
3. ¿Qué oración incluye una de las más hermosas
intercesiones de Jesús a favor de sus seguidores? Juan 17:7-9, 17, 20, 24.
Ahora han
conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti; porque las palabras que me diste, les he dado; y
ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han
creído que tú me enviaste. Yo
ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos
son. Santifícalos en tu
verdad; tu palabra es verdad. Más no ruego solamente por éstos, sino
también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos. Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos
estén conmigo, para que vean mi gloria
que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.
“Este
capítulo contiene la oración intercesora
que Cristo ofreció a su Padre poco antes de su enjuiciamiento y crucifixión.
Esta oración es una lección acerca de
la intercesión que el Salvador llevaría a cabo dentro del velo, cuando se
hubiera completado su gran sacrificio a favor de los hombres: la ofrecida de sí mismo. Nuestro
Mediador dio a sus discípulos esta instrucción de su ministerio en el santuario
celestial en favor de todos los que vengan a Él con mansedumbre y humildad,
despojados de todo egoísmo y creyendo en el poder de Cristo para salvar” (Comentario
Bíblico Adventista, tomo 5, pág. 1119).
4. Sabiendo que Él vive para interceder por
nosotros y siempre está dispuesto a cumplir sus promesas, ¿cómo nos podemos
apropiar de las bendiciones contenidas en la oración de Jesús por medio de la
fe? Hebreos 7:25; Romanos
8:34.
Por lo cual puede
también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que
además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
“… está en el cielo como nuestro abogado,
para interceder por nosotros. Siempre hemos de cobrar consuelo y esperanza
al pensar en esto. Él está pensando
en los que están sujetos a las tentaciones de este mundo. Piensa en nosotros individualmente,
y conoce cada una de nuestras
necesidades. Cuando seáis tentados,
decid: Él cuida de mí, Él
hace intercesión en mi favor, Él me ama, Él ha muerto por mí. Miraré sin
reservas a Él. Entristecemos el corazón de Cristo cuando vamos condoliéndonos
de nosotros mismos como si fuéramos nuestro propio salvador. No; debemos encomendar la guarda de nuestras
almas a Dios como a un Creador fiel. Él siempre vive para interceder por los probados y tentados”
(TM,
pág. 397).
SUSTITUTO Y SEGURIDAD
5. ¿Cómo, en beneficio del ser humano, Dios
encara las exigencias de su santa ley? Romanos 8:3, 4.
Porque lo que
era imposible para la ley, por
cuanto era débil por la carne, Dios,
enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado,
condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se
cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al
Espíritu.
“Dios no podía alterar una jota ni una
tilde de su santa ley a fin de ir al encuentro del hombre en su condición caída;
porque esto habría producido descrédito
sobre la sabiduría de Dios al hacer una ley por la cual habían de
gobernarse el cielo y la tierra. Pero Dios
podía dar a su Hijo unigénito para que llegara a ser el Sustituto y Garante del
hombre, para que sufriera la
penalidad que merecía el transgresor y para que impartiera al alma penitente su
perfecta justicia. Cristo vino a
ser el sacrificio inmaculado en favor de una raza caída, convirtiendo a los hombres en prisioneros
de esperanza, de manera que, mediante
el arrepentimiento ante Dios por haber quebrantado su santa ley, y por medio de
la fe en Cristo como su Sustituto, Garante y Justicia, pudieran ser traídos de
vuelta a la lealtad a Dios y a la obediencia a su santa ley” (Fe y
Obras, pág. 121).
6. ¿Qué fue necesario para Jesús a fin de
convertirse en el perfecto Sustituto y Garantía del ser humano? ¿Cómo se pueden
obtener los beneficios de su servicio intercesor? Juan 15:10; 6:38, 39; Hebreos 5:9.
Si
guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de
mi Padre, y permanezco en su
amor. Porque he descendido
del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
Y esta es la voluntad del Padre, el que
me envió: Que de todo lo que me diere,
no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y habiendo sido perfeccionado, vino a ser
autor de eterna salvación para todos los que le obedecen.
“El sustituto y garantía del hombre debía
tener la naturaleza del hombre, un
entronque con la familia humana a quien había de representar, y, como embajador de Dios, debía participar
de la naturaleza divina, debía
tener una unión con el Infinito a fin de manifestar a Dios ante el mundo y ser
un mediador entre Dios y el hombre” (Mensajes Selectos, tomo 1, pág. 301).
“En la oración intercesora que Jesús
elevó a su Padre, afirmó que había cumplido con las condiciones que el Padre
había dispuesto como obligatorias, respecto
al hombre caído, para que Cristo las cumpliera conforme al contrato hecho
en el cielo. Él oró: ‘He acabado la obra
que me diste que hiciese’. [Es decir, había forjado en la tierra un
carácter justo como un ejemplo para que lo siguieran los hombres.] Ahora, pues,
Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes
que el mundo fuese” (Comentario Bíblico Adventista, tomo 5, pág. 1119).
EL TIEMPO DE GRACIA TERMINARÁ
7. ¿Continuará indefinidamente la intercesión de
Cristo? ¿Por qué es tan importante arrepentirse, abandonar nuestros pecados
ahora y recibir el perdón y curación de Cristo? Hebreos 3:14, 15; 2 Corintios 6:2.
NO. Porque somos
hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin
nuestra confianza del principio, entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones, como
en la provocación. Porque dice: En tiempo aceptable te he
oído, Y en día de salvación te he socorrido.
“Pronto será vindicada la justicia de Dios
delante del Universo. Su justicia
requiere que el pecado sea castigado; pero su misericordia hace posible que éste sea perdonado mediante el
arrepentimiento y la confesión. El
perdón puede obtenerse solamente por medio de su Hijo unigénito; sólo Cristo puede expiar el pecado, y únicamente
cuando el pecador se arrepiente y lo abandona. El hombre cortó su
conexión con Dios y su alma quedó paralizada y débil por el veneno mortal del
pecado. Pero hubo un tiempo cuando se proclamó en las cortes celestiales: ¡He
encontrado la redención! Se dio una vida
divina como rescate por el hombre; Uno igual al Padre llegó a ser el sustituto
del ser humano” (Alza tus Ojos, pág. 47).
MEDITACIÓN
“Todo el que desee
librarse de la esclavitud y del servicio de Satanás y quiera estar bajo la bandera
ensangrentada del Príncipe Emanuel, será protegido por las intercesiones de
Cristo. Cristo, como nuestro
Mediador a la diestra del Padre, siempre nos tiene en cuenta, pues es
tan necesario que nos guarde mediante su intercesión como que nos haya redimido
con su sangre. Si Él deja de sostenernos por sólo un momento, Satanás está
listo para destruirnos. A los que han
sido comprados con su sangre los guarda ahora mediante su intercesión” (Comentario
Bíblico, tomo 6, pág. 1078).
ESTUDIO PERSONAL
· Juan 17:1-3,
14-16
“En cuanto existió el pecado, hubo un
Salvador. Cristo sabía que
tendría que sufrir y, sin embargo, se ofreció como sustituto del hombre. En
cuanto Adán pecó, el Hijo de Dios se
ofreció como garantía de la raza humana, con tanto poder para evitar la
sentencia pronunciada sobre el culpable, como cuando murió en la cruz del
Calvario” (La Fe por la Cual Vivo, pág. 77).
“Al salir Jesús
del lugar santísimo, oí el tintineo de las campanillas de su túnica. Una tenebrosa nube cubrió entonces a los
habitantes de la tierra. Ya
no había mediador entre el hombre culpable y un Dios ofendido. Mientras
Jesús estuvo interpuesto entre Dios y el pecador, tuvo la gente un freno; pero
cuando dejó de estar entre el hombre y el Padre, desapareció el freno y Satanás
tuvo completo dominio sobre los finalmente impenitentes. Era imposible que
fuesen derramadas las plagas mientras Jesús oficiase en el santuario; pero al
terminar su obra allí y cesar su intercesión, nada detiene ya la ira de Dios
que cae furiosamente sobre la desamparada cabeza del culpable pecador que
descuidó la salvación y aborreció las reprensiones. En aquel terrible momento,
después de cesar la mediación de Jesús, a los santos les toca vivir sin
intercesor en presencia del Dios santo. Había sido decidido todo caso y
numerada cada joya” (Primeros Escritos, pág. 280).
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