“Bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí” Mateo 11:6.
INTRODUCCIÓN
“Mientras el pueblo de Dios persevere en su fidelidad, mientras se aferre mediante fe viviente a Jesús, estará bajo la protección de los ángeles celestiales, y no se le permitirá a Satanás que aplique sus artes infernales sobre ellos para destruirlos. Pero los que se separen de Cristo por medio del pecado, estarán en gran peligro. . .” (Maranata, pág. 93).
DESDE EL DESIERTO A LA PRISIÓN
1. ¿Qué profecía fue dada sobre el precursor del Mesías? ¿Con qué claridad presentó al Mesías cuando llegó el tiempo? Isaías 40:3-5; Mateo 3:11; Juan 1:29, 36.
Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios. Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane. Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová ha hablado. Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios.
“Dios se buscó un mensajero en Juan el Bautista para preparar el camino del Señor. Éste debía dar al mundo un testimonio resuelto a reprobar y denunciar el pecado. Lucas, cuando anuncia su misión y su trabajo, dice: ‘E irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto’ (Luc. 1:17)” (Mensajes Selectos, tomo 2, págs. 167, 168).
2. ¿Qué le sucedió a este fiel siervo de Dios cuando su ministerio llegó a su apogeo? Marcos 6:17, 18.
Porque el mismo Herodes había enviado y prendido a Juan, y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano; pues la había tomado por mujer. Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano.
“Juan el Bautista había sido el primero en proclamar el reino de Cristo, y fue también el primero en sufrir. Desde el aire libre del desierto y las vastas muchedumbres que habían estado suspensas de sus palabras, pasó a quedar encerrado entre las murallas de una mazmorra, encarcelado en la fortaleza de Herodes Antipas. En el territorio que estaba al este del Jordán, que se hallaba bajo el dominio de Antipas, había transcurrido gran parte del ministerio de Juan. Herodes mismo había escuchado la predicación del Bautista. El rey disoluto había temblado al oír el llamamiento a arrepentirse. ‘Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo,. . . y oyéndole, hacía muchas cosas; y le oía de buena gana’. Juan obró fielmente con él, denunciando su unión inicua con Herodías, la esposa de su hermano. Durante un tiempo, Herodes trató débilmente de romper la cadena de concupiscencia que le ligaba; pero Herodías le sujetó más firmemente en sus redes y se vengó del Bautista, induciendo a Herodes a echarlo en la cárcel” (Deseado de Todas la Gentes, pág. 185).
DUDA, PREGUNTA Y RESPUESTA
3. Mientras el ministerio de Jesús estaba en progreso y Juan el Bautista estaba en prisión, ¿qué pregunta le sobrevino? ¿Cómo trató de dar respuesta a este pensamiento? Lucas 7:19, 20; Mateo 11:2, 3.
Y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro? Cuando, pues, los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro? Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos, para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?
“En su misión, el Bautista se había destacado como intrépido reprensor de la iniquidad, tanto entre los encumbrados como entre los humildes. Había osado hacer frente al rey Herodes y reprocharle claramente su pecado. No había estimado preciosa su vida con tal de cumplir la obra que le había sido encomendada. Y ahora, desde su mazmorra, esperaba ver al León de la tribu de Judá derribar el orgullo del opresor y librar a los pobres y al que clamaba. Pero Jesús parecía conformarse con reunir discípulos en derredor suyo, y sanar y enseñar a la gente. Comía en la mesa de los publicanos, mientras que cada día el yugo romano pesaba siempre más sobre Israel; el rey Herodes y su vil amante realizaban su voluntad, y los clamores de los pobres y dolientes ascendían al cielo.
“Todo esto le parecía un misterio insondable al profeta del desierto. Había horas en que los susurros de los demonios atormentaban su espíritu y la sombra de un miedo terrible se apoderaba de él. ¿Podría ser que el tan esperado Libertador no hubiese aparecido todavía? ¿Qué significaba entonces el mensaje que él había sido impulsado a dar?” (Deseado Todas Gentes, pág. 186).
4. ¿Qué respuesta inspirada y reconfortante dio Jesús a la interrogante de Juan? ¿Qué testimonio da el Espíritu de Profecía con respecto a esta difícil experiencia? Lucas 7:21-23.
En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista. Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí.
“El Salvador no respondió inmediatamente a la pregunta de los discípulos…. Mientras sanaba sus enfermedades, enseñaba a la gente. Los pobres campesinos y trabajadores, a quienes rehuían los rabinos como inmundos, se reunían cerca de Él, y Él les hablaba palabras de vida eterna. “Así iba transcurriendo el día, viéndolo y oyéndolo todo los discípulos de Juan. Por fin, Jesús los llamó a sí y los invitó a ir y contar a Juan lo que habían presenciado, añadiendo: ‘Bienaventurado es el que no fuere escandalizado en mí’. La evidencia de su divinidad se veía en su adaptación a las necesidades de la humanidad doliente. Su gloria se revelaba en su condescendencia con nuestro bajo estado….
“Pero el Bautista no renunció a su fe en Cristo. El recuerdo de la voz del cielo y de la paloma que había descendido sobre Él, la inmaculada pureza de Jesús, el poder del Espíritu Santo que había descansado sobre Juan cuando estuvo en la presencia del Salvador, y el testimonio de las escrituras proféticas, todo atestiguaba que Jesús de Nazaret era el Prometido” (Deseado de Todas las Gentes., págs. 187, 188).
TENDENCIA NATURAL
5. Aunque recibieron mucha luz, ¿por qué muchos de entre el pueblo de Dios se volvieron contra Él? ¿Qué sucede cuando se presta atención a la duda y a la incredulidad? Isaías 8:14, 15; Romanos 9:32, 33.
Entonces él será por santuario; pero a las dos casas de Israel, por piedra para tropezar, y por tropezadero para caer, y por lazo y por red al morador de Jerusalén. Y muchos tropezarán entre ellos, y caerán, y serán quebrantados; y se enredarán y serán apresados. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo, como está escrito: He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída; Y el que creyere en él, no será avergonzado.
“Cuando Cristo vino a la tierra, la humanidad parecía muy próxima a llegar a su más bajo nivel. El mismo cimiento de la sociedad estaba minado. La vida había llegado a ser falsa y artificial. Los judíos, destituidos del poder de la Palabra de Dios, daban al mundo tradiciones y especulaciones que adormecían la mente y el alma….
“A medida que dejaban de reconocer al Ser divino, dejaban de tener consideración por el ser humano. La verdad, el honor, la integridad, la confianza, la compasión, iban abandonando la tierra. La avaricia implacable y la ambición absorbente creaban una desconfianza universal…. Se buscaban como el mayor bien la riqueza, el poder, la comodidad y los placeres. La degeneración física, el sopor mental y la muerte espiritual eran las características de la época” (La Educación, págs. 74, 75).
6. ¿Qué es lo único que puede evitar que las ideas personales y los prejuicios sean obstáculos para nosotros y los demás? 1 Corintios 1:22-24.
Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.
“La nación judía era un símbolo de las personas que en todo tiempo desprecian las súplicas del amor infinito. Las lágrimas vertidas por Cristo cuando lloró sobre Jerusalén fueron derramadas por los pecados de todos los tiempos. En los juicios pronunciados sobre Israel, los que rechazan las reprensiones y amonestaciones del Espíritu Santo de Dios pueden leer su propia condenación.
“En esta generación, muchos están siguiendo el mismo camino que los judíos incrédulos. Han presenciado las manifestaciones del poder de Dios; el Espíritu Santo ha hablado a su corazón; pero se aferran a su incredulidad y resistencia. Dios les manda advertencias y reproches, pero no están dispuestos a confesar sus errores, y rechazan su mensaje y a sus mensajeros. Los mismos medios que Él usa para restaurarlos llegan a ser para ellos una piedra de tropiezo….
“Jesús no cumplía las expectativas de los hombres; su vida reprendía sus pecados, y le rechazaron. Así también ahora la verdad de la Palabra de Dios no armoniza con las costumbres e inclinaciones naturales de los hombres, y millares rechazan su luz. Impulsados por Satanás, los hombres ponen en duda la Palabra de Dios y prefieren ejercer su juicio independiente. Eligen las tinieblas antes que la luz, pero lo hacen con peligro de su propia alma. Los que cavilaban acerca de las palabras de Cristo encontraban siempre mayor causa de cavilación hasta que se apartaron de la verdad y la vida. Así sucede ahora” (D.T.G., p. 538, 539).
BIENAVENTURADOS LOS QUE CREEN
7. ¿Qué dudas expresó el discípulo Tomás con respecto a la resurrección de su Maestro? ¿Cómo respondió Jesús a esas dudas? Juan 20:25-29.
Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré. Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.
“Tomás no estuvo presente en esa ocasión. No quiso recibir con humildad el informe de los discípulos, sino que insistió con firmeza y confianza propia que no creería a menos que pusiera sus dedos en las señas de los clavos en sus manos y en su costado, donde había penetrado ese lanzazo cruel. De este modo manifestó falta de confianza en sus hermanos.
Si todos pretendieran que se les diera esta misma evidencia, nadie recibiría ahora a Jesús ni creería en su resurrección. Pero era la voluntad de Dios que los que no pudieron ver ni oír por sí mismos al Salvador resucitado, recibieran el informe de los discípulos. La incredulidad de Tomás no fue del agrado de Dios. Cuando Jesús se encontró de nuevo con los discípulos, Tomás estaba con ellos; y cuando vio a Jesús, creyó. Pero había afirmado que no se sentiría satisfecho si en la evidencia no participaba otro sentido además de la vista, y Jesús le dio lo que deseaba. Tomás exclamó: ‘¡Mi Señor y mi Dios!’ pero Jesús lo reprendió por su incredulidad y le dijo: ‘Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron’ (Juan 20:28, 29)” (La Historia de la Redención, pág. 245).
CONCLUSIÓN
“¿Estamos abriendo las puertas del corazón a Jesús, al mismo tiempo que cerramos todas las entradas a Satanás? ¿Estamos obteniendo diariamente mayor luz y fortaleza, para que podamos perseverar en la justicia de Cristo? ¿Estamos vaciando nuestro corazón de todo egoísmo y purificándolo, como medida preparatoria para recibir la lluvia tardía del cielo?...” (Maranata, pág. 93).
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