jueves, 11 de mayo de 2017

Lección 19 | Tomadle vosotros, y crucificadle


Temeroso de perder su poder y autoridad, consintió Pilato en la muerte de Jesús. No obstante, puso su sangre sobre los acusadores, y la multitud la aceptó exclamando a voz en cuello: ‘Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos’. Sin embargo, Pilato no fue inocente, y resultó culpable de la sangre de Cristo. Por interés egoísta, por el deseo de ser honrado por los grandes de la tierra, entregó a la muerte a un inocente. Si Pilato hubiese obedecido a sus convicciones, nada hubiese tenido que ver con la condena de Jesús(Primeros escritos, pág. 174).

CORONA DE ESPINAS
1......¿Qué tenía puesto el Hijo de Dios cuando Pilato lo presentó ante la multitud junto al ladrón? ¿Qué testimonio positivo incluso dio sobre Él?
Juan 19:4, 5.- (4) Entonces Pilato salió otra vez, y les dijo: Mirad, os lo traigo fuera, para que entendáis que ningún delito hallo en él. (5) Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre!
Marcos 15:15, pp.- Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás.
Pilato mandó entonces que se trajese a Barrabás al tribunal. Presentó luego los dos presos, uno al lado del otro, y señalando al Salvador dijo con voz de solemne súplica: ‘He aquí el hombre’. ‘Os le traigo fuera, para que entendáis que ningún crimen hallo en él’. Allí estaba el Hijo de Dios, llevando el manto de burla y la corona de espinas. Desnudo hasta la cintura, su espalda revelaba los largos y crueles azotes, de los cuales la sangre fluía copiosamente. Su rostro manchado de sangre llevaba las marcas del agotamiento y el dolor; pero nunca había parecido más hermoso que en ese momento.
El semblante del Salvador no estaba desfigurado delante de sus enemigos. Cada rasgo expresaba bondad y re­signación y la más tierna compasión por sus crueles verdugos. Su porte no expresaba debilidad cobarde, sino la fuerza y dignidad de la longanimidad. En sorprendente contraste, se desta­caba el preso que estaba a su lado. Cada rasgo del semblante de Barrabás le proclamaba como el empedernido rufián que era. El contraste hablaba a toda persona que lo contemplaba. Algunos de los espectadores lloraban. Al mirar a Jesús, sus corazones se llenaron de simpatía. Aun los sacer­dotes y príncipes estaban convenci­dos de que era todo lo que aseveraba ser(El Deseado de todas las gentes, pág. 684).

ENTREGADO EN SUS MANOS
2......¿Qué privilegio dio Pilato a los sacerdotes y oficiales para evi­tar ser responsable de la muer­te del Salvador?
Juan 19:6.- Cuando le vieron los principales sacerdotes y los alguaci­les, dieron voces, diciendo: ¡Cruci­fícale! ¡Crucifícale! Pilato les dijo: Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo delito en él.
“La paciencia del Salvador, que no exhalaba una queja, llenó a Pilato de asombro. No dudaba de que la vista de este hombre, en contraste con Barra­bás, habría de mover a simpatía a los judíos. Pero no comprendía el odio fa­nático que sentían los sacerdotes hacia Aquel que, como luz del mundo, ha­bía hecho manifiestas sus tinieblas y error. Habían incitado a la turba a una furia loca, y nuevamente los sacerdo­tes, los príncipes y el pueblo elevaron aquel terrible clamor: ‘¡Crucifícale! ¡Crucifícale!’ Por fin, perdiendo toda paciencia con su crueldad irracional, Pilato exclamó desesperado: ‘Tomad­le vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo en él crimen’” (El Deseado de to­das las gentes, pág. 685).

3......¿Qué acusación fue considera­da suficiente para lograr la sen­tencia de muerte? ¿Qué sintió Pilato cuando escuchó que Je­sús se había declarado a sí mis­mo Hijo de Dios?
Juan 19:7, 8.- (7) Los judíos le respon­dieron: Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios. (8) Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más miedo.
“El gobernador romano, aunque fa­miliarizado con escenas de crueldad, se sentía movido de simpatía hacia el preso doliente que, condenado y azo­tado, con la frente ensangrentada y la espalda lacerada, seguía teniendo el porte de un rey sobre su trono. Pero los sacerdotes declararon: ‘Nosotros tenemos ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo Hijo de Dios’.
Pilato se sorprendió. No tenía idea correcta de Cristo y de su misión; pero tenía una fe vaga en Dios y en los seres superiores a la humanidad. El pensamiento que una vez antes cruzara por su mente cobró ahora una forma más definida. Se preguntó si no sería un ser divino el que estaba delante de él cubierto con el burlesco manto purpúreo y coronado de espi­nas(El Deseado de todas las gentes, pág. 685).

EL PECADO MÁS GRANDE
4......¿Era consciente de que la autoridad que tenía en aquel tiempo no era su propiedad exclusiva sino con el propósito de justicia?
Juan 19:9-11.- (9)  Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Más Jesús no le dio respuesta. (10) Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucifi­carte, y que tengo autoridad para soltarte? (11) Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene.
“…El Salvador había hablado abier­tamente a Pilato explicándole su mi­sión como testigo de la verdad. Pilato había despreciado la luz. Había abu­sado del alto cargo de juez renuncian­do a sus principios y autoridad bajo las exigencias de la turba. Jesús no tenía ya más luz para él
El que a ti me ha entregadodijo Je­súsmayor pecado tiene’. Con estas palabras, Cristo indicaba a Caifás, quien, como sumo sacerdote, repre­sentaba a la nación judía. Ellos co­nocían los principios que regían a las autoridades romanas. Habían tenido luz en las profecías que testificaban de Cristo y en sus propias enseñanzas y milagros. Los jueces judíos habían recibido pruebas inequívocas de la divinidad de Aquel a quien conde­naban a muerte. Y según la luz que habían recibido, serían juzgados(El Deseado de todas las gentes, págs. 685, 686).

AMENAZANDO AL GOBERNADOR
5......¿Cómo amenazaron los judíos a Pilato cuando vieron que aún deseaba poner en libertad a Je­sús? Mientras acusaban a Pila­to, ¿tenían un interés verdade­ro en César?
Juan 19:12-14.- (12) Desde entonces procuraba Pilato soltarle; pero los judíos daban voces, diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo de Cé­sar; todo el que se hace rey, a César se opone. (13) Entonces Pilato, oyendo esto, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal en el lugar llamado el Enlosado, y en hebreo Gabata. (14) Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey!
Así pretendían estos hipócritas ser celosos por la autoridad de César. De entre todos los que se oponían al gobierno romano, los judíos eran los más encarnizados. Cuando no había peligro en ello, eran los más tiránicos en imponer sus propias exigencias na­cionales y religiosas; pero cuando de­seaban realizar algún propósito cruel exaltaban el poder de César. A fin de lograr la destrucción de Cristo, profe­saban ser leales al gobierno extranje­ro que odiaban.
Cualquiera que se hace rey –con­tinuaron– a César contradice’. Esto tocaba a Pilato en un punto débil. Era sospechoso para el gobierno ro­mano, y sabía que un informe tal le arruinaría. Sabía que si estorbaba a los judíos, volverían su ira contra él. Nada descuidarían para lograr su ven­ganza…
Al escoger así a un gobernante pa­gano, la nación judía se retiraba de la teocracia. Rechazaba a Dios como su Rey. De ahí en adelante no tendría libertador. No tendría otro rey sino a César. A esto habían conducido al pueblo los sacerdotes y maestros. Eran responsables de esto y de los temibles resultados que siguieron. El pecado de una nación y su ruina se debieron a sus dirigentes religiosos(El Deseado de todas las gentes, págs. 686, 687).

FINALIDAD DETRÁS DEL JUICIO
6......¿Qué hizo Pilato cuando no pudo ver otra salida? ¿Es po­sible en algunas situaciones hacer un compromiso entre las circunstancias y la voz de la conciencia? ¿Qué consecuen­cias sufrió Pilato por sacrificar la verdad?
Mateo 27:24.- Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros.
Volviéndose a la multitud, declaró: Limpio estoy de su sangre, tomadle y crucificadle. Pero notad, sacerdotes y príncipes, que yo lo declaro justo. Y Aquel a quien él llama su Padre os juzgue a vosotros y no a mí por la obra de este día. Luego dijo a Jesús: Perdóname por este acto; no puedo salvarte. Y cuando le hubo hecho azotar otra vez, le entregó para ser crucificado.
Pilato anhelaba librar a Jesús. Pero vio que no podría hacerlo y conservar su puesto y sus honores. Antes que perder su poder mundanal, prefirió sacrificar una vida inocente. ¡Cuántos, para escapar a la pérdida o al sufrimiento, sacrifican igual­mente los buenos principios! La con­ciencia y el deber señalan un camino, y el interés propio señala otro. La corriente arrastra fuertemente en la mala dirección, y el que transige con el mal es precipitado a las densas tinieblas de la culpabilidad.
Pilato cedió a las exigencias de la tur­ba. Antes que arriesgarse a perder su puesto entregó a Jesús para que fuese crucificado, pero a pesar de sus pre­cauciones aquello mismo que temía le aconteció después. Fue despojado de sus honores, fue derribado de su alto cargo y, atormentado por el remordi­miento y el orgullo herido, poco des­pués de la crucifixión se quitó la vida. Asimismo, todos los que transigen con el pecado no tendrán sino pesar y ruina(El Deseado de todas las gentes, pág. 687).

ASUMIENDO LA RESPONSABILIDAD
7......Mientras Pilato procuraba de todos modos librarse de su responsabilidad, ¿qué terrible maldición estuvieron dispues­tos a tomar sobre sí los líderes, sus descendientes y el pueblo judío? ¿Qué los indujo a desear una condenación terrible tal so­bre sí mismos y su nación?
Mateo 27:25.- Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos.
“Cuando Pilato se declaró inocente de la sangre de Cristo, Caifás contestó desafiante: ‘Su sangre sea sobre no­sotros, y sobre nuestros hijos…’
Mirando al herido Cordero de Dios, los judíos habían clamado: ‘Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos’. Este espantoso clamor ascen­dió al trono de Dios. Esa sentencia, que pronunciaron sobre sí mismos, fue escrita en el cielo. Esa oración fue oída. La sangre del Hijo de Dios fue como una maldición perpetua sobre sus hijos y los hijos de sus hijos.
“Esto se cumplió en forma espantosa en la destrucción de Jerusalén y du­rante dieciocho siglos en la condición de la nación judía que fue como un sarmiento cortado de la vid, una rama muerta y estéril, destinada a ser junta­da y quemada. ¡De país a país a través del mundo, de siglo a siglo, muertos, muertos en delitos y pecados!” (El De­seado de todas las gentes, pág. 688).

PREGUNTAS DE REFLEXIÓN
Si los judíos estuvieron tan errados en preferir a Barrabás antes que a Cristo, ¿hay una posibilidad que podamos cometer errores similares? ¿Cómo?
Si el pueblo profeso de Dios hubiese pedido guía divina, ¿habrían hecho las elecciones que hicieron?
¿Qué naturaleza debe predominar en nosotros a fin de poder reconocer y aceptar al Hijo de Dios plenamente como nuestro Maestro y Salvador?
¿Qué se puede decir sobre aquella justicia humana que condenó al inocente y absolvió al culpable?

PARA UN ESTUDIO ADICIONAL
“Así hicieron su elección los dirigentes judíos. Su decisión fue registrada en el libro que Juan vio en la mano de Aquel que se sienta en el trono, el libro que ningún hombre podía abrir. Con todo su carácter vindicativo aparecerá esta decisión delante de ellos el día en que este libro sea abierto por el León de la tribu de Judá. “Los judíos abrigaban la idea de que eran los favoritos del cielo, y que siempre habían de ser exaltados como iglesia de Dios. Eran los hijos de Abrahán, declaraban, y tan firme les parecía el fundamento de su prosperidad, que desafiaban al cielo y a la tierra a que los desposeyeran de sus derechos. Sin embargo, mediante sus vidas de infidelidad, se estaban preparando para la condenación del cielo y su separación de Dios” (Palabras de vida del gran Maestro, pág. 236).





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