“Se extiende la invitación ‘a todos los sedientos: Venid a las aguas.’ Y esta invitación se repite en las
últimas páginas de la santa Palabra. El río del agua de vida, ‘resplandeciente como
cristal,’ emana del trono de Dios y del Cordero; y la misericordiosa invitación
repercute a través de los siglos: ‘El
que tiene sed, venga: y el que quiere, tome del agua de la vida de balde’
(Isaías 26:4, V. M.;
32:2; 41: 17; 44:3; 35:6; 55:1; Apocalipsis.
22:17)” (Patriarcas y Profetas, pág.
438).
EL MANANTIAL DE AGUA PURA
1. ¿Qué invitación extendió el Señor, hace
muchos años, a los sedientos? ¿Quién es el verdadero manantial de agua pura? Isaías 55:1, primera parte.
A todos los sedientos: Venid a las aguas;
y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed.
“Al modo como el
viajero fatigado que, hallando en el desierto la buscada fuente, apaga su sed
abrasadora, el cristiano buscará
y obtendrá el agua pura de la vida, cuyo manantial es Cristo.…
“Las palabras de Dios son las fuentes de
la vida. Mientras buscamos estas fuentes vivas, el Espíritu Santo nos
pondrá en comunión con Cristo. Verdades
ya conocidas se presentarán a nuestra mente con nuevo aspecto; ciertos pasajes de las Escrituras
revestirán nuevo significado, como iluminados por un relámpago; comprenderemos la relación entre otras
verdades y la obra de redención, y sabremos
que Cristo nos está guiando, que un Instructor divino está a nuestro lado” (DMJ,
pág. 22).
2. ¿Qué será esta agua para todo aquel que la
beba, creyendo en el Señor? Juan
4:13, 14.
Respondió
Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere
de esta agua, volverá a tener sed; más el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás;
sino que el agua que yo le daré será
en él una fuente de agua que salte para vida eterna.
“Jesús no quiso dar a
entender que un solo sorbo del agua de vida bastaba para el que la recibiera. El
que prueba el amor de Cristo, lo deseará en mayor medida de continuo; pero no buscará otra cosa. Las riquezas, los honores y los placeres
del mundo no le atraen más. El constante clamor de su corazón es: ‘Más
de ti.’ Y el que revela al alma su necesidad, aguarda para satisfacer su hambre
y sed. Todo recurso en que confíen los seres
humanos, fracasará. Las cisternas
se vaciarán, los estanques se secarán; pero nuestro Redentor es el manantial
inagotable. Podemos beber y
volver a beber, y siempre hallar una provisión de agua fresca. Aquel en quien Cristo mora, tiene en sí
la fuente de bendición, ‘una
fuente de agua que salte para vida eterna.’ De este manantial puede
sacar fuerza y gracia suficientes para todas sus necesidades” (El Deseado de Todas las Gentes, pág.
157).
UNA FUENTE ABIERTA Y LIMPIA
3. ¿Qué otro profeta presenta la gran promesa
del agua purificadora y sanadora y qué propiedades contiene? Zacarías 13:1.
En aquel tiempo habrá un manantial abierto
para la casa de David y para los
habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia.
“Cristo
vino como el Gran Médico para sanar las heridas que el pecado había hecho en la
familia humana, y su Espíritu,
trabajando por medio de sus siervos, imparte al ser humano enfermo por el
pecado y doliente, un gran poder sanador que es eficaz para el cuerpo y el alma.
‘En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los
habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia’
(Zacarías13:1). Las aguas de esta fuente
contienen propiedades medicinales que sanarán las enfermedades físicas y
espirituales” (Consejos sobre la Salud, pág.
206).
4. ¿En qué ocasión Jesús reiteró este símbolo
del agua viva? Juan 7:37-39.
En el último y gran día de la fiesta
(PASCUA), Jesús se puso
en pie y alzó la voz, diciendo: Si
alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán
ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que
creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no
había sido aún glorificado.
“El Salvador utilizó este servicio
simbólico para dirigir la atención del pueblo a las bendiciones que Él había
venido a traerles. ‘En el postrer día grande de la fiesta’
se oyó su voz en tono que resonó por todos los ámbitos del templo, diciendo: ‘Si
alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura,
ríos de agua viva correrán de su vientre.’ ‘Y esto –dice Juan– dijo
del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en Él’ (Juan 7:37-39). El agua refrescante que brota en tierra
seca y estéril, hace florecer el desierto y fluye para dar vida a los que
perecen, es un emblema de la
gracia divina que sólo Cristo puede conceder, y que, como agua viva, purifica,
refrigera y fortalece el alma. Aquel en quien mora Cristo tiene dentro de sí
una fuente eterna de gracia y fortaleza. Jesús alegra la vida y alumbra el
sendero de todos aquellos que le buscan de todo corazón. Su amor, recibido
en el corazón, se manifestará en buenas
obras para la vida eterna. Y no sólo bendice al alma de la cual brota, sino
que la corriente viva fluirá en palabras y acciones justas, para refrescar a
los sedientos que la rodean” (Patriarcas
y Profetas, págs. 437, 438).
EL AGUA CONTAMINADA DEL MUNDO
5. ¿Qué puede atraer, a veces, al pueblo de
Dios? ¿Se nos recomienda beber de las fuentes mundanales? Jeremías 2:13.
Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva,
y cavaron para sí cisternas, cisternas
rotas que no retienen agua.
“El que
trate de aplacar su sed en las fuentes de este mundo, bebe tan sólo para tener sed
otra vez. Por todas partes, hay
hombres que no están satisfechos. Anhelan algo que supla la necesidad del
alma. Un solo Ser puede satisfacer
esta necesidad. Lo que el mundo necesita, ‘el Deseado de todas las gentes,’ es
Cristo” (El Deseado de Todas las
Gentes, pág. 157).
“Aquellos
que beben de los canales contaminados no ansían el agua de vida, pues están satisfechos con las cisternas
rotas del mundo. Piensan que tienen los tesoros del conocimiento,
cuando están acumulando madera, paja y
hojarasca que no aporta ganancia ni es digna de retener” (Fundamentals of Christian Education, pág.
168).
LLAMADA AL ALMA SEDIENTA
6. ¿Qué invitación extiende Jesús a todos los
sedientos? ¿Qué riesgo existe para aquellos que no responden al llamado? Apocalipsis 22:17; Juan 6:35, primera
parte; Amos 8:11, 12.
Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que
tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente. Jesús les dijo: Yo
soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre. He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la
tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová. E
irán errantes de mar a mar; desde el
norte hasta el oriente discurrirán buscando palabra de Jehová, y no la hallarán.
“El clamor que Cristo dirige al alma sedienta sigue
repercutiendo, y llega a nosotros con más fuerza que a aquellos que lo oyeron
en el templo en aquel último día de la fiesta. El manantial está abierto para todos. A los cansados y exhaustos se ofrece la refrigerante bebida de la
vida eterna. Jesús sigue clamando: ‘Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.’‘Y el que tiene sed, venga: y el que quiere,
tome del agua de la vida de balde.’ ‘Más
el que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed: más el agua
que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para vida eterna’”
(El Deseado de Todas las Gentes, pág.
418).
COMPARTAMOS EL AGUA RECIBIDA
7. De modo que esta Agua fluya abundantemente en
nosotros, ¿qué debemos hacer? Isaías
58:10, 11; Juan 7:38; Proverbios 11:25.
Y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las
tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía. Jehová te pastoreará siempre, y en las
sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas
nunca faltan. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su
interior correrán ríos de agua viva. El alma generosa será prosperada; Y el
que saciare, él también será saciado.
“‘Dad, y
se os dará’, porque la Palabra
de Dios es una ‘fuente de huertos, pozo de aguas vivas, que corren del Líbano’.
El corazón que probó el amor de Cristo, anhela incesantemente beber de él con
más abundancia, y mientras lo impartimos a otros, lo recibiremos en medida más
rica y copiosa. Cada revelación de Dios al alma aumenta la capacidad de saber y
de amar. El clamor continuo del corazón es: ‘Más de ti’” (El Discurso Maestro de Jesucristo, pág. 22).
“Cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero. El que bebe del agua viva, llega a ser
una fuente de vida. El que
recibe llega a ser un dador. La
gracia de Cristo en el alma es como un manantial en el desierto, cuyas aguas surgen para refrescara todos,
y da a quienes están por perecer avidez
de beber el agua de la vida” (Deseado de
Todas las Gentes, pág. 167).
MEDITACIÓN
“El corazón que recibe la palabra de Dios no
es un estanque que se evapora ni es una cisterna rota que pierda su tesoro. Es
como el arroyo de las montañas, alimentado por manantiales inagotables, cuyas
aguas frescas y chispeantes saltan de roca en roca, refrigerando a los
cansados, sedientos y cargados. Es como un río que fluye constantemente, y a
medida que avanza se va haciendo más hondo y más ancho, hasta que sus aguas vivificantes
se extienden por toda la tierra. El arroyo que prosigue su curso cantando, deja
detrás de sí sus dones de verdor y copiosos frutos. La hierba de sus orillas es
de un verde más fresco; los árboles son más frondosos y las flores más
abundantes. Mientras la tierra se desnuda y se obscurece bajo el calor que la
afecta durante el verano, el curso del río es una raya de verdor en el
panorama. “Así también sucede con el verdadero hijo de Dios. La religión de
Cristo se revela como principio vivificante, como una energía espiritual viva y
activa que lo compenetra todo. Cuando el corazón se abre a la influencia
celestial de la verdad y del amor, estos principios vuelven a fluir como
arroyos en el desierto, y hacen fructificar lo que antes parecía árido y sin
vida” (Profetas y Reyes, págs.
175, 176).
ESTUDIO PERSONAL
“El sacerdote había cumplido esa mañana la
ceremonia que conmemoraba la acción de golpear la roca en el desierto. Esa roca
era un símbolo de Aquel que por su muerte haría fluir raudales de salvación a
todos los sedientos. Las palabras de Cristo eran el agua de vida. Allí en
presencia de la congregada muchedumbre se puso aparte para ser herido, a fin de
que el agua de la vida pudiese fluir al mundo. Al herir a Cristo, Satanás
pensaba destruir al Príncipe de la vida; pero de la roca herida fluía agua
viva. Mientras Jesús hablaba al pueblo, los corazones se conmovían con una
extraña reverencia y muchos estaban dispuestos a exclamar, como la mujer de
Samaria: ‘Dame esta agua, para que no tenga sed’” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 417).
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