“Juan
había quedado profundamente conmovido al ver a Jesús postrarse como suplicante
para pedir con lágrimas la aprobación del Padre. Al rodearle la gloria de
Dios y oírse la voz del cielo, Juan
reconoció la señal que Dios le había prometido. Sabía que era al Redentor del mundo a quien había
bautizado. El Espíritu Santo descendió sobre Él, y extendiendo la mano,
señaló a Jesús y exclamó: ‘He aquí el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo’” (El Deseado de Todas las Gentes,
pág. 87).
SÍMBOLO DEL CORDERO DE DIOS
1. ¿Cuándo fue anunciado por primera vez el
Cordero de Dios y por medio de qué tipo? Génesis 3:15; 4:4; Éxodo 29:38, 39.
Y pondré
enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te
herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. Y Abel trajo también de los primogénitos
de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda. Esto es lo que
ofrecerás sobre el altar: dos corderos
de un año cada día, continuamente. Ofrecerás
uno de los corderos por la mañana, y el otro cordero ofrecerás a la caída de la tarde.
“El sacrificio de animales fue ordenado
por Dios para que fuese para el hombre un recuerdo perpetuo, un penitente reconocimiento de su pecado y una
confesión de su fe en el Redentor prometido. Tenía por objeto manifestar a la raza caída la solemne
verdad de que el pecado era lo que causaba la muerte. Para Adán el ofrecimiento del primer sacrificio fue una ceremonia
muy dolorosa. Tuvo que alzar la mano para quitar una vida que sólo Dios
podía dar. Por primera vez iba a
presenciar la muerte, y sabía que si
hubiese sido obediente a Dios no la habrían conocido el hombre ni las bestias.
Mientras mataba a la inocente víctima
temblaba al pensar que su pecado haría derramar la sangre del Cordero
inmaculado de Dios. Esta escena le dio un sentido más profundo y vívido
de la enormidad de su transgresión, que nada sino la muerte del querido Hijo de
Dios podía expiar.… “Trajo la víctima
inmolada, la vida sacrificada, y así
reconoció las demandas de la ley que había sido quebrantada. En la sangre derramada contempló el
futuro sacrificio, a Cristo
muriendo en la cruz del Calvario; y al confiar en la expiación que iba a realizarse allí, obtuvo testimonio de que era justo, y
de que su ofrenda había sido aceptada”
(PP,
págs. 54, 55, 59, 60).
2. ¿Qué paralelo se puede establecer entre el
sacrificio pedido a Abrahán y el Cordero de Dios? Génesis 22:7-16.
Entonces habló
Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, mi
hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y
la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto? Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos. Y cuando
llegaron al lugar que Dios le había dicho, edificó allí Abraham un altar, y
compuso la leña, y ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña. Y
extendió Abraham su mano y tomó el
cuchillo para degollar a su hijo. Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham,
Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu
único. Entonces alzó Abraham
sus ojos y miró, y he aquí a sus
espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham
y tomó el carnero, y lo ofreció en
holocausto en lugar de su hijo. Y llamó Abraham el nombre de aquel
lugar, Jehová proveerá. Por
tanto se dice hoy: En el monte de Jehová
será provisto. Y llamó el ángel de Jehová a Abraham por segunda vez
desde el cielo, y dijo: Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por
cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo.
“Y en el carnero divinamente provisto en lugar
de Isaac, Abrahán vio un símbolo de Aquel que había de morir por los pecados de
los hombres.… “Abrahán aprendió
de Dios la mayor lección que haya sido dada a los mortales. Su oración porque pudiera ver a Cristo
antes de morir fue contestada. Vio
a Cristo; vio todo lo que el mortal puede ver y vivir. Mediante una entrega completa, pudo comprender esa visión referente a
Cristo. Se le mostró que al dar a
su Hijo unigénito para salvar a los pecadores de la ruina eterna, Dios hacía un
sacrificio mayor y más asombroso que el que jamás pudiera hacer el hombre”
(DTG,
págs. 87, 435).
EL CORDERO PASCUAL
3. En el tiempo adecuado, ¿quién sería el
Cordero pascual? Éxodo 12:5,
6, 11; 1 Corintios 5:7.
El animal
será sin defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras. Y
lo guardaréis hasta el día catorce de
este mes, y lo inmolará toda la
congregación del pueblo de Israel entre las dos tardes. Y lo comeréis así: ceñidos vuestros
lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo
comeréis apresuradamente; es la
Pascua de Jehová. Limpiaos,
pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin
levadura como sois; porque
nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros.
“En el
aposento alto de una morada de Jerusalén, Cristo
estaba sentado a la mesa con sus discípulos. Se habían reunido para celebrar la Pascua. El Salvador deseaba observar esta fiesta a solas con los doce. Sabía que había llegado su hora;
Él mismo era el verdadero cordero
pascual, y en el día en que
se comiera la pascua, iba a ser sacrificado. Estaba por beber la copa de la ira; pronto iba a recibir el bautismo final de sufrimiento” (El Deseado
de Todas las Gentes, pág. 598).
“La pascua había de ser tanto
conmemorativa como simbólica. No
sólo recordaría la liberación de Israel, sino que también señalaría la liberación más grande que Cristo
habría de realizar para libertar a su pueblo de la servidumbre del pecado.
El cordero del sacrificio representa al ‘Cordero de Dios,’ en quien reside
nuestra única esperanza de salvación. Dice el apóstol: ‘Nuestra pascua, que es Cristo, fue sacrificada por nosotros’
(1
Cor. 5:7)” (Patriarcas y Profetas, pág. 281).
4. ¿Qué cambios introduciría el sacrificio del
verdadero Cordero pascual? ¿Cuándo finalizaron todos los sacrificios
ceremoniales Lucas 22:13-20; 23:45, 46.
Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua. Cuando era
la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. Y les dijo: ¡Cuánto
he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! Porque
os digo que no la comeré más,
hasta que se cumpla en el reino de Dios. Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad
esto, y repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé más del
fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga. Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió
y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por
vosotros es dado; haced esto en memoria
de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta
copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama. Y el sol se oscureció, y el velo del
templo se rasgó por la mitad. Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu. Y habiendo dicho esto,
expiró.
“Cristo se hallaba en el punto de
transición entre dos sistemas y sus dos grandes fiestas respectivas.
Él, el Cordero inmaculado de Dios, estaba
por presentarse como ofrenda por el pecado, y así acabaría con el sistema de figuras y ceremonias que durante
cuatro mil años había anunciado su muerte. Mientras comía la pascua con
sus discípulos, instituyó en su lugar el rito que había de conmemorar su gran
sacrificio. La fiesta nacional de los
judíos iba a desaparecer para siempre. El servicio que Cristo establecía había de ser observado por sus
discípulos en todos los países y a través de todos los siglos” (DTG,
pág. 608).
“Las ceremonias relacionadas con los
servicios del templo, que prefiguraban a Cristo en símbolos y sombras, fueron
quitadas en el tiempo de la crucifixión, porque en la cruz el símbolo se encontró con la realidad simbolizada
[‘tipo’ y ‘antitipo’] en la muerte de
la verdadera y perfecta ofrenda, el Cordero de Dios” (Comentario
Bíblico Adventista, tomo 6, pág. 1115).
EL CORDERO DE DIOS SE OFRECE A SÍ MISMO
5. ¿Cómo se cumplieron las palabras del profeta
Isaías? Isaías 53:4-7.
Ciertamente llevó
él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido
de Dios y abatido. Mas él
herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él,
y por su llaga fuimos nosotros
curados. Todos nosotros nos
descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de
todos nosotros. Angustiado
él, y afligido, no abrió su boca; como
cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores,
enmudeció, y no abrió su boca.
“Caifás se desesperaba. Quedaba un último recurso; había que obligar a Cristo a condenarse a sí mismo.
El sumo sacerdote se levantó del sitial del juez, con el rostro descompuesto
por la pasión, e indicando claramente por su voz y su porte que, si estuviese
en su poder, heriría al preso que estaba delante de él. ‘¿No respondes nada? –Exclamó– ¿qué testifican éstos contra ti?’ “Jesús guardó silencio. ‘Angustiado
Él, y afligido, no abrió su boca: como cordero fue llevado al matadero;
y como oveja delante de sus
trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.…’
“Una mancha sobre su vida humana, un
desfallecimiento de su humanidad para soportar la prueba terrible, y el Cordero de Dios habría sido una ofrenda
imperfecta y la redención del hombre habría fracasado. Pero Aquel que con
una orden podría haber hecho acudir en su auxilio a la hueste celestial, el que
por la manifestación de su majestad divina podría haber ahuyentado de su vista
e infundido terror a esa muchedumbre, se
sometió con perfecta calma a los más groseros insultos y ultrajes” (DTG,
págs. 653, 683).
6. ¿Qué caracterizaba a ambos, al cordero
ceremonial y al Cordero de Dios? Levítico 22:20; 1 Pedro 1:19.
Ninguna
cosa en que haya defecto ofreceréis, porque no será
acepto por vosotros. Sino con la
sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.
“Dios les indicó expresamente que toda
ofrenda presentada para el servicio del santuario debía ser ‘sin defecto’
(Éxo. 12:5). Los sacerdotes debían
examinar todos los animales que se traían como sacrificio, y rechazar los defectuosos. Sólo una ofrenda ‘sin defecto’ podía
simbolizar la perfecta pureza de Aquel que había de ofrecerse como ‘cordero sin
mancha y sin contaminación’ (1 Ped. 1:19)” (Patriarcas y Profetas, pág.
363).
“Las ofrendas presentadas al Señor debían
ser sin mácula. Estas ofrendas representaban
a Cristo, y por ello es evidente que Jesús mismo estaba exento de toda deformidad física. Era el ‘cordero sin mancha y sin
contaminación.’ Su organismo
físico no era afeado por defecto alguno; su cuerpo era sano y fuerte. Y durante toda su vida vivió en
conformidad con las leyes de la naturaleza. Tanto física como espiritualmente, era un ejemplo de lo que Dios quería que
fuese toda la humanidad mediante la obediencia
a sus leyes” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 34).
EL CORDERO DE DIOS EN EL MONTE DE SIÓN
7. ¿Dónde encontramos de nuevo al Cordero de
Dios? ¿Qué hará posible que alguien se encuentre entre los elegidos a su lado? Apocalipsis 14:1-5.
Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil,
que tenían el nombre de él y el de su
Padre escrito en la frente. Y oí una voz del cielo como estruendo de muchas
aguas, y como sonido de un gran trueno; y la
voz que oí era como de arpistas que tocaban sus arpas. Y cantaban un cántico nuevo delante del
trono, y delante de los
cuatro seres vivientes, y de
los ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y
cuatro mil que fueron redimidos
de entre los de la tierra. Estos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va.
Estos fueron redimidos de entre los
hombres como primicias para Dios y para el Cordero; y en sus bocas no fue hallada mentira,
pues son sin mancha delante del trono de Dios.
“Juan vio un Cordero sobre el monte de Sión,
y con Él 144.000 que tenían el nombre de su Padre escrito en sus frentes. Llevaban el sello del cielo. Reflejaban la imagen de Dios. Estaban llenos de la luz y de la gloria del que es Santo. Si
queremos tener la imagen y la inscripción de Dios en nosotros, debemos apartarnos de toda iniquidad. Debemos abandonar cada mala práctica,
y entonces colocar nuestro caso en las
manos de Cristo. Mientras estemos
ocupados en nuestra salvación con temor y temblor, Dios producirá en nosotros así el querer como el hacer por su buena
voluntad” (CBA, tomo 7, pág. 988).
“Para
seguir a Cristo no necesitamos esperar hasta que seamos trasladados. El pueblo
de Dios puede hacer eso en esta tierra. Sólo,
podremos seguir al Cordero de Dios en los atrios celestiales, si lo seguimos
aquí. Que lo sigamos en el
cielo depende de que guardemos ahora sus mandamientos. No debemos seguir a Cristo esporádica o
caprichosamente, sólo cuando nos conviene” (Comentario Bíblico Adventista,
tomo 7, pág. 989).
MEDITACIÓN
“Fije el pecador
arrepentido sus ojos en ‘el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo;’
y contemplándolo, se transformará.
Su temor se trueca en gozo, sus dudas en esperanza. Brota la gratitud. El corazón de piedra se quebranta. Una
oleada de amor inunda el alma. Cristo es en él una fuente de agua que brota
para vida eterna. Cuando vemos a Jesús,
Varón de dolores y experimentado en quebrantos, trabajando para salvar a los
perdidos, despreciado, escarnecido, echado de una ciudad a la otra hasta que su
misión fue cumplida; cuando le
contemplamos en Getsemaní, sudando
gruesas gotas de sangre, y muriendo en agonía sobre la cruz; cuando vemos
eso, no podemos ya reconocer el clamor del yo. Mirando a Jesús, nos avergonzaremos de nuestra frialdad, de nuestro
letargo, de nuestro egoísmo. Estaremos
dispuestos a ser cualquier cosa o nada, para servir de todo corazón al
Maestro. Nos regocijará el llevar la
cruz en pos de Jesús, el sufrir pruebas, vergüenza o persecución por su amada
causa” (DTG, pág. 407).
ESTUDIO PERSONAL
“En el templo, el
sacrificio matutino y el vespertino señalaban diariamente al Cordero de Dios;
sin embargo, ni aun allí se habían hecho los preparativos para recibirle. Los
sacerdotes y maestros de la nación no sabían que estaba por acontecer el mayor
suceso de los siglos” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 30).
“El carnero
ofrecido en lugar de Isaac representaba al Hijo de Dios, que había de ser sacrificado en nuestro
lugar. Cuando el hombre estaba condenado a la muerte por su transgresión de
la ley de Dios, el Padre, mirando a su Hijo, dijo al pecador: ‘Vive, he hallado
un rescate’” (Patriarcas y Profetas, pág. 150).
“Mientras el
pueblo estaba reunido en Jerusalén para celebrar la Pascua, Él, el verdadero Cordero de Dios
representado por los sacrificios simbólicos, se puso aparte como una oblación.
Iba a ser necesario que su iglesia, en todos los siglos subsiguientes, hiciese
de su muerte por los pecados del mundo un asunto de profunda meditación y
estudio.… “Habían traído para matarlo el
cordero que representaba a Cristo.… Todo era terror y confusión. El
sacerdote estaba por matar la víctima; pero el cuchillo cayó de su mano
enervada y el cordero escapó. El símbolo había encontrado en la muerte del Hijo
de Dios la realidad que prefiguraba. El gran sacrificio había sido hecho.
Estaba abierto el camino que llevaba al santísimo. Había sido preparado para
todos un camino nuevo y viviente. Ahora terminan todos los sacrificios y
ofrendas por el pecado” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 525,
705).
“El cordero
había de prepararse entero, sin
quebrar ninguno de sus huesos. De igual manera, ni un solo hueso había de
quebrarse del Cordero de Dios, que iba a morir por nosotros (Éxo. 12:46; Juan
19:36). En esa forma también se representaba la plenitud del sacrificio de
Cristo” (Patriarcas y Profetas, pág. 282).
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