miércoles, 4 de enero de 2012

01 | Bienaventurados los pobres de espíritu


“Bienaventurados los pobres en espíritu porque de ellos es el reino de los cielos” Mateo 5:3.

INTRODUCCIÓN
“Las primeras palabras que dirigió Cristo al pueblo en el monte, fueron palabras de bienaventuranza. Bienaventurados son, dijo, los que reconocen su pobreza espiritual, y sienten su necesidad de redención. El Evangelio ha de ser predicado a los pobres. No es revelado a los que son orgullosos espiritualmente, a los que pretenden ser ricos y no necesitar nada, sino a los humildes y contritos. Una sola fuente ha sido abierta para el pecado, una fuente para los pobres de espíritu” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 267, 268).

RECONOCER LA PROPIA POBREZA ESPIRITUAL
1. ¿Qué caracterizaba el pensamiento y las acciones de los líderes religiosos en los tiempos de Jesús? ¿Puede existir el mismo espíritu hoy? Lucas 18:11; Isaías 65:5, primera parte.
El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano. Dicen: Estate en tu lugar, no te acerques a mí, porque soy más santo que tú.
En tiempos de Cristo los dirigentes religiosos del pueblo se consideraban ricos en tesoros espirituales. La oración del fariseo: ‘Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres’, expresaba el sentimiento de su clase y, en gran parte, de la nación entera(El Discurso Maestro de Jesucristo, págs. 11, 12). En nuestro si existe el mismo espíritu y aún más orgulloso.

2.  ¿Cómo lograron Pedro y los otros discípulos reconocer su pecaminosidad y pobreza espiritual? Lucas 5:8.
Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador
En la multitud que rodeaba a Jesús había algunos que sentían su pobreza espiritual. Cuando el poder divino de Cristo se reveló en la pesca milagrosa, Pedro se echó a los pies del Salvador, exclamando: ‘Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador’; así también en la muchedumbre congregada en el monte había individuos acerca de cada uno de los cuales se podía decir que, en presencia de la pureza de Cristo, se sentía ‘desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo’Anhelaban ‘la gracia de Dios, la cual trae salvación’.
Las primeras palabras de Cristo despertaron esperanzas en estas almas, y ellas percibieron la bendición de Dios en su propia vida(El Discurso Maestro de Jesucristo, pág. 12).

LA JUSTICIA PROPIA NO ES HUMILDAD
3.   ¿Cómo presenta la Biblia la condición de los que se niegan a reconocer su verdadera condición espiritual? ¿Cómo se relacionan con Jesús? Apocalipsis 3:17.
Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo
El que se cree sano, el que se considera razonablemente bueno y está satisfecho de su condición, no procura participar de la gracia y justicia de Cristo. El orgullo no siente necesidad y cierra la puerta del corazón para recibir a Cristo ni las bendiciones infinitas que Él vino a dar. Jesús no encuentra albergue en el corazón de tal persona. Los que en su propia opinión son ricos y honrados, no piden con fe la bendición de Dios ni la reciben. Se creen saciados, y por eso se retiran vacíos(El Discurso Maestro de Jesucristo, pág. 12).

4.  ¿Qué precede al perfecto perdón y a la bendición del Señor? Lucas 18:13, 14; Isaías 57:15.
Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido. Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados
Los que comprenden bien que les es imposible salvarse y que por sí mismos no pueden hacer ningún acto justo son los que aprecian la ayuda que les ofrece Cristo. Estos son los pobres en espíritu, a quienes Él llama bienaventurados....
Aquellos cuyos corazones el convincente Espíritu de Dios impresiona reconocen que en sí mismos no tienen ninguna cosa buena y lo que han hecho está entretejido con egoísmo y pecado. Así como el publicano, se detienen a la distancia sin atreverse a alzar los ojos al cielo, y claman: ‘Dios, sé propicio a mí, pecador’. Ellos reciben la bendición.
Hay perdón para los arrepentidos, porque Cristo es ‘el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo’(Palabras de Vida del Gran Maestro, págs. 12, 13).
La sensación de la necesidad, el reconocimiento de nuestra pobreza y pecado, es la primera condición para que Dios nos acepte. ‘Bienaventurados los pobres en espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos’(Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 118).

5. Si nuestro deseo es genuino, ¿qué pasos daremos para obtener la regeneración? ¿Qué papel desempeña el esfuerzo humano en alcanzar su cumplimiento? Ezequiel 36:26, 27; Jeremías 24:7; Juan 16:8.
Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carneY pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. Y les daré corazón para que me conozcan que yo soy Jehová; y me serán por pueblo, y yo les seré a ellos por Dios; porque se volverán a mí de todo su corazón. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. 
“Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. El Señor dice: ‘Conoce empero tu maldad, porque contra Jehová tu Dios has prevaricado’. ‘Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos, os limpiaré’ 1 Juan 1:9; Jeremías 3:13; Ezequiel 36:25.
Pero debemos tener un conocimiento de nosotros mismos, un conocimiento que nos lleve a la contrición, antes de que podamos encontrar perdón y paz. El fariseo no sentía ninguna convicción de pecado. El Espíritu Santo no podía obrar en él... Debemos conocer nuestra verdadera condición, pues de lo contrario no sentiremos nuestra necesidad de la ayuda de Cristo. Debemos comprender nuestro peligro, pues si no lo hacemos, no huiremos al refugio. Debemos sentir el dolor de nuestras heridas, o no desearemos curación
(Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 122).

6.  ¿Dónde encuentran los pecadores limpieza de la suciedad y de los estragos del pecado y reciben el manto puro de justicia? Isaías 1:18; 45:24.
Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Y se dirá de mí: Ciertamente en Jehová está la justicia y la fuerza; a él vendrán, y todos los que contra él se enardecen serán avergonzados.
“Hay plenitud de gracia en Dios, y podemos tener el espíritu y poder divinos en gran medida. No os alimentéis con las cáscaras de la justicia propia, sino id al Señor. Él tiene el mejor manto para poneros y sus brazos están abiertos para recibiros. Cristo dirá: ‘Quitadle esas vestiduras viles, y vestidlo con ropas de gala’” (Mensajes Selectos, tomo 1, pág. 385).
No importa cuál haya sido la experiencia del pasado ni cuán desalentadoras sean las circunstancias del presente, si acudimos a Cristo en nuestra condición actual –débiles, sin fuerza, desesperados–, nuestro compasivo Salvador saldrá a recibirnos mucho antes de que lleguemos, y nos rodeará con sus brazos amantes y con la capa de su propia justicia.
Nos presentará a su Padre en las blancas vestiduras de su propio carácterÉl aboga por nosotros ante el Padre, diciendo: Me he puesto en el lugar del pecador.  No mires a este hijo desobediente, sino a mí….  la sangre de Cristo aboga con mayor poder.
“‘Y se dirá de mí: Ciertamente en Jehová está la justicia, la fuerza... En Jehová será justificada y se gloriará toda la descendencia de  Israel’ Isaías 45:24, 25” (El Discurso Maestro de Jesucristo, pág. 14).

INTERCAMBIO DE POBREZA POR RIQUEZAS
7.   ¿Qué gloriosa promesa es dada por el Espíritu a los pobres? Mateo 5:3.
Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
“Refiriéndose a los pobres de espíritu, Jesús dice: De ellos es el reino de Dios’. Dicho reino no es, como habían esperado los oyentes de Cristo, un gobierno temporal y terrenal.
Cristo abría ante los hombres las puertas del reino espiritual de su amor, su gracia y su justicia. El estandarte del reino del Mesías se diferencia de otras enseñas, porque nos revela la semejanza espiritual del Hijo del hombre. Sus súbditos son los pobres de espíritu, los mansos y los que padecen persecución por causa de la justicia. De ellos es el reino de los cielos. Si bien aún no ha terminado, en ellos se ha iniciado la obra que los hará ‘aptos para participar de la herencia de los santos en luz’ Colosenses 1:12.
Todos los que sienten la absoluta pobreza del alma, que saben que en sí mismos no hay nada bueno, pueden hallar justicia y fuerza recurriendo a Jesús. Dice Él: ‘Venid a mí todos los que estáis  trabajados y cargados’ Mateo 11:28. Nos invita a cambiar nuestra pobreza por las riquezas de su gracia.
No merecemos el amor de Dios, pero Cristo, nuestro fiador, es sobremanera digno y capaz de salvar a todos los que vengan a Él” (El Discurso Maestro de Jesucristo, pág. 13). “Él es el único que puede implantar en el corazón enemistad contra el pecado. Todo deseo de verdad y de pureza, toda convicción de nuestra propia pecaminosidad, es una prueba de que su Espíritu está obrando en nuestro corazón”  (El Camino a Cristo, pág. 25).

CONCLUSIÓN
“La única razón porque no obtenemos la remisión de nuestros pecados pasados es que no estamos dispuestos a humillar nuestro corazón y a cumplir con las condiciones de la Palabra de verdad. Se nos dan instrucciones explícitas tocantes a este asunto. La confesión de nuestros pecados, ya sea pública o privada, debe ser de corazón y voluntaria. No debe ser arrancada al pecador. No debe hacerse de un modo ligero y descuidado o exigirse de aquellos que no tienen real comprensión del carácter aborrecible del pecado. La confesión que brota de lo íntimo del alma sube al Dios de piedad infinita. El salmista dice: ‘Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu contrito’ (Salmo 34:18)” (El Camino a Cristo, pág. 37).

Lección 01 - Bienaventurados los pobres de espíritu

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