“No es seguidor de Cristo el que, desviando la mirada, se aparta de los que yerran, dejándolos proseguir sin estorbos su camino descendente. Los que se adelantan para acusar a otros y son celosos en llevarlos a la justicia, son con frecuencia en su propia vida más culpables que ellos. Los hombres aborrecen al pecador, mientras aman el pecado. Cristo aborrece el pecado, pero ama al pecador; tal ha de ser el espíritu de todos los que le sigan. El amor cristiano es lento en censurar, presto para discernir el arrepentimiento, listo para perdonar, para estimular, para afirmar al errante en la senda de la santidad, para corroborar sus pies en ella” (D.T.G., pág. 427).
SORPRENDIDA EN ADULTERIO
1. ¿A quién llevaron ante Jesús cuando estaba enseñando en el templo? Juan 8:2, 3.
Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba. Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio.
“Jesús se apartó de la excitación y confusión de la ciudad, de las ávidas muchedumbres y de los traicioneros rabinos, para ir a la tranquilidad de los huertos de olivos, donde podía estar solo con Dios. Pero temprano por la mañana volvió al templo, y al ser rodeado por la gente, se sentó y les enseñó.
“Pronto fue interrumpido. Un grupo de fariseos y escribas se acercó a Él, arrastrando a una mujer aterrorizada, a quien, con voces duras y ávidas, acusaron de haber violado el séptimo mandamiento” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 424, 425).
2. ¿Cuál fue la acusación contra ella? Juan 8:4.
Le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio.
LA INTENCIÓN DE LOS ACUSADORES
3. ¿Qué pregunta hicieron a Jesús y con qué propósito? Juan 8:5, 6, primera parte; Levítico 20:10.
Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Más esto decían tentándole, para poder acusarle. Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos.
“Habiéndola empujado hasta la presencia de Jesús, le dijeron, con hipócrita manifestación de respeto: ‘En la ley Moisés nos mandó apedrear a las tales: tú pues, ¿qué dices?’
“La reverencia que ellos manifestaban ocultaba una profunda maquinación para arruinar a Jesús. Querían valerse de esta oportunidad para asegurar su condena, pensando que cualquiera que fuese la decisión hecha por Él, hallarían ocasión para acusarle. Si indultaba a la mujer, se le acusaría de despreciar la ley de Moisés. Si la declaraba digna de muerte, se le podría acusar ante los romanos de asumir una autoridad que les pertenecía sólo a ellos” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 425).
4. ¿Cómo respondió Jesús? Juan 8:6, última parte.
Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo.
“Jesús miró un momento la escena: la temblorosa víctima avergonzada, los dignatarios de rostro duro, sin rastros de compasión humana. Su espíritu de pureza inmaculada sentía repugnancia por este espectáculo. Bien sabía Él con qué propósito se le había traído este caso. Leía el corazón, y conocía el carácter y la vida de cada uno de los que estaban en su presencia. Aquellos hombres que se daban por guardianes de la justicia habían inducido ellos mismos a su víctima al pecado, a fin de poder entrampar a Jesús. No dando señal de haber oído la pregunta, se agachó y, fijos los ojos en el suelo, empezó a escribir en el polvo” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 425).
LA POSICIÓN DE JESÚS
5. Cuando exigieron una respuesta, ¿qué dijo Jesús? Luego, ¿qué siguió haciendo? Juan 8:7, 8.
Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra.
“Impacientes por su dilación y su aparente indiferencia, los acusadores se acercaron, para imponer el asunto a su atención. Pero cuando sus ojos, siguiendo los de Jesús, cayeron sobre el pavimento a sus pies, cambió la expresión de su rostro. Allí, trazados delante de ellos, estaban los secretos culpables de su propia vida. El pueblo, que miraba, vio el cambio repentino de expresión, y se adelantó para descubrir lo que ellos estaban mirando con tanto asombro y vergüenza.
“Al par que profesaban reverencia por la ley, los rabinos, al presentar la acusación contra la mujer, estaban violando lo que la ley establecía. Era el deber del esposo iniciar la acción contra ella. Y las partes culpables debían ser castigadas por igual. La acción de los acusadores no tenía ninguna autorización. Jesús, por lo tanto, les hizo frente en su propio terreno. La ley especificaba que al castigar por apedreamiento, los testigos del caso debían arrojar la primera piedra. Levantándose entonces, y fijando sus ojos en los ancianos maquinadores, Jesús dijo: ‘El que de vosotros esté sin pecado, arroje contra ella la piedra el primero.’ Y volviéndose a agachar, continuó escribiendo en el suelo” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 425, 426).
6. ¿Qué hizo que los fariseos y los escribas se apartaran de la escena? Juan 8:9.
Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.
“No había puesto de lado la ley dada por Moisés, ni había usurpado la autoridad de Roma. Los acusadores habían sido derrotados. Ahora, habiendo sido arrancado su manto de pretendida santidad, estaban culpables y condenados, en la presencia de la pureza infinita. Temblaban de miedo de que la iniquidad oculta de sus vidas fuese revelada a la muchedumbre; y uno tras otro, con la cabeza y los ojos bajos, se fueron furtivamente, dejando a su víctima con el compasivo Salvador” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 426).
7. Finalmente, ¿qué preguntó Jesús sobre los tentadores y acusadores? En lugar de ser condenada a muerte, ¿qué doble bendición recibió la mujer pecadora? ¿Qué instrucción le dio Jesús? Juan 8:10, 11.
Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.
“La mujer había estado temblando de miedo delante de Jesús. Sus palabras: ‘El que de vosotros esté sin pecado, arroje contra ella la piedra el primero,’ habían sido para ella como una sentencia de muerte. No se atrevía a alzar sus ojos al rostro del Salvador, sino que esperaba silenciosamente su suerte. Con asombro vio a sus acusadores apartarse mudos y confundidos; luego cayeron en sus oídos estas palabras de esperanza: ‘Ni yo te condeno: vete, y no peques más.’ Su corazón se enterneció, y se arrojó a los pies de Jesús, expresando con sollozos su amor agradecido, confesando sus pecados con amargas lágrimas.
“Esto fue para ella el principio de una nueva vida, una vida de pureza y paz, consagrada al servicio de Dios. Al levantar a esta alma caída, Jesús hizo un milagro mayor que al sanar la más grave enfermedad física. Curó la enfermedad espiritual que es para muerte eterna. Esa mujer penitente llegó a ser uno de sus discípulos más fervientes. Con amor y devoción abnegados, retribuyó su misericordia perdonadora” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 426).
PARA MEDITAR
“En su acto de perdonar a esta mujer y estimularla a vivir una vida mejor, el carácter de Jesús resplandece con la belleza de la justicia perfecta. Aunque no toleró el pecado ni redujo el sentido de la culpabilidad, no trató de condenar sino de salvar. El mundo tenía para esta mujer pecadora solamente desprecio y escarnio; pero Jesús le dirigió palabras de consuelo y esperanza. El Ser sin pecado se compadece de las debilidades de la pecadora, y le tiende una mano ayudadora. Mientras los fariseos hipócritas la denuncian, Jesús le ordena: ‘Vete, y no peques más’” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 427).
PARA UN ESTUDIO ADICIONAL: Juan 5:14; Deuteronomio 22:22; El Ministerio de Curación, págs. 58-64; Testimonios para la Iglesia, tomo 7, págs. 95, 264.
APRENDIENDO DE JESÚS
¿Qué lecciones encuentras en los versículos siguientes?
· “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”.
· “… Vete, y no peques más”.
Lección 23 - Una pecadora perdonada
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