“Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho” Santiago 5:16.
TRATANDO DE COMPRENDER
1. ¿Qué vio Daniel suceder como cumplimiento de la visión dada en el capítulo 8? ¿Qué pensamientos le preocupaban? Daniel 5:30, 31; 9:1, 2.
La misma noche fue muerto Belsasar rey de los caldeos. Y Darío de Media tomó el reino, siendo de sesenta y dos años. En el año primero de Darío hijo de Asuero, de la nación de los medos, que vino a ser rey sobre el reino de los caldeos, en el año primero de su reinado, yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años.
“La oración de Daniel fue elevada ‘en el año primero de Darío’ (Vers. 1), el monarca medo cuyo general, Ciro, había arrebatado a Babilonia el cetro del gobierno universal. El reinado de Darío fue honrado por Dios. A él fue enviado el ángel Gabriel, ‘para animarlo y fortalecerlo’ (Dan. 11:1)….
La respuesta que se dio: ‘Hasta dos mil y trescientos días de tarde y mañana; y el santuario será purificado’ (Vers. 14), le llenó de perplejidad. Con fervor solicitó que se le permitiera conocer el significado de la visión. No podía comprender la relación que pudiera haber entre los setenta años de cautiverio, predichos por Jeremías, y los dos mil trescientos años que, según oyó en visión, el visitante celestial anunciaba como habiendo de transcurrir antes de la purificación del santuario. El ángel Gabriel le dio una interpretación parcial; pero cuando el profeta oyó las palabras: ‘La visión… es para muchos días,’ se desmayó” (Profetas y Reyes, págs. 409, 407).
2. ¿De qué manera intentó tener una mejor comprensión? ¿Qué reconoció como la razón de lo ocurrido a su pueblo? Daniel 9:3-8.
Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza. Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra. Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro, como en el día de hoy lleva todo hombre de Judá, los moradores de Jerusalén, y todo Israel, los de cerca y los de lejos, en todas las tierras adonde los has echado a causa de su rebelión con que se rebelaron contra ti. Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos.
“En su petición SE IDENTIFICÓ PLENAMENTE con aquellos que no habían cumplido el propósito divino, y confesó los pecados de ellos como propios….
“Aunque Daniel había servido a Dios durante mucho tiempo y el Cielo lo había llamado ‘muy amado’ (V.M.), se presenta ahora delante de Dios como pecador, e insiste en la gran necesidad del pueblo al cual ama. Su oración es elocuente en su sencillez, y de un fervor intenso. Oigámosle interceder:…” (Profetas y Reyes, pág. 408).
ORACIÓN Y CONFESIÓN
3. ¿A qué se aferró? ¿Qué ley recordó? Daniel 9:9-13.
De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar, aunque contra él nos hemos rebelado, y no obedecimos a la voz de Jehová nuestro Dios, para andar en sus leyes que él puso delante de nosotros por medio de sus siervos los profetas. Todo Israel traspasó tu ley apartándose para no obedecer tu voz; por lo cual ha caído sobre nosotros la maldición y EL JURAMENTO QUE ESTÁ ESCRITO EN LA LEY DE MOISÉS, siervo de Dios; porque contra él pecamos. Y él ha cumplido la palabra que habló contra nosotros y contra nuestros jefes que nos gobernaron, trayendo sobre nosotros tan grande mal; pues nunca fue hecho debajo del cielo nada semejante a lo que se ha hecho contra Jerusalén. Conforme está escrito en la ley de Moisés, todo este mal vino sobre nosotros; y no hemos implorado el favor de Jehová nuestro Dios, para convertirnos de nuestras maldades y entender tu verdad.
“¿No tenemos una necesidad tan grande de acudir a Dios como la tuvo Daniel? Me dirijo a los que creen que estamos viviendo en el último período de la historia de esta tierra.
“Os suplico que llevéis sobre vuestras propias almas la carga por nuestras iglesias, nuestras escuelas y nuestras instituciones. El mismo Dios que escuchó la oración de Daniel oirá la nuestra cuando vayamos a Él con espíritu quebrantado. Nuestras necesidades son tan urgentes, tan grandes nuestras dificultades, que necesitamos tener la misma intensidad de propósito, y poner con fe nuestra carga sobre el gran Portador. En nuestros tiempos se necesita que los corazones se conmuevan tan profundamente como en el tiempo cuando Daniel oró” (Conflicto y Valor, pág. 257).
4. ¿Qué se le había dicho a Moisés con respecto a esta ley? ¿Qué característica divina reconoció Daniel en su oración? Deuteronomio 28:15, 36, 37; Daniel 9:14.
Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán. Jehová te llevará a ti, y al rey que hubieres puesto sobre ti, a nación que no conociste ni tú ni tus padres; y allá servirás a dioses ajenos, al palo y a la piedra. Y serás motivo de horror, y servirás de refrán y de burla a todos los pueblos a los cuales te llevará Jehová. Por tanto, JEHOVÁ VELÓ SOBRE EL MAL Y LO TRAJO SOBRE NOSOTROS; PORQUE JUSTO ES JEHOVÁ NUESTRO DIOS en todas sus obras que ha hecho, porque no obedecimos a su voz.
“Hasta este punto la oración de Daniel se dedica a hacer una plena confesión del pecado de su pueblo con corazón quebrantado. Vindica plenamente la conducta del Señor, reconociendo que los pecados de su pueblo fueron la causa de todas sus calamidades, tal como Dios los había amenazado por el profeta Moisés” (Uriah Smith, Las Profecías de Daniel y el Apocalipsis, pág. 159).
“El profeta Daniel fue ejemplo de verdadera santificación. Llenó su larga vida del noble servicio que rindió a su Maestro. Era un hombre ‘muy amado’ (Daniel 10:11, V.M.) en el cielo. Sin embargo, en lugar de prevalerse de su pureza y santidad, este profeta tan honrado de Dios se identificó con los mayores pecadores de Israel cuando intercedió cerca de Dios en favor de su pueblo: ‘¡No derramamos nuestros ruegos ante tu rostro a causa de nuestras justicias, sino a causa de tus grandes compasiones!’” (El Conflicto de los Siglos, pág. 526).
SIN JUSTICIA PROPIA
5. Consciente de los pecados cometidos por el pueblo, ¿cuál fue su ferviente súplica? Daniel 9:15-18, primera parte.
Ahora pues, Señor Dios nuestro, que sacaste tu pueblo de la tierra de Egipto con mano poderosa, y te hiciste renombre cual lo tienes hoy; hemos pecado, hemos hecho impíamente. Oh Señor, CONFORME A TODOS TUS ACTOS DE JUSTICIA, APÁRTESE AHORA TU IRA Y TU FUROR DE SOBRE TU CIUDAD JERUSALÉN, tu santo monte; porque a causa de nuestros pecados, y por la maldad de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el oprobio de todos en derredor nuestro. Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos; y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado, por amor del Señor. Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre.
“Daniel no pide nada basándose en sus propios méritos, sino que dice: ‘Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias’. La intensidad de su deseo lo torna ferviente: ‘Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo’ (Dan. 9:18, 19)…” (A Fin de Conocerle, pág. 274).
6. ¿De qué no podían depender ni él ni su pueblo? Por lo tanto, ¿en qué confiaba? Daniel 9:18, última parte, 19.
Porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.
“El profeta invoca ahora la honra del nombre de Jehová como motivo por el cual desea que le sea concedido lo que pide… No es porque Dios actúe por motivos de ambición o vanagloria; sino que cuando sus hijos manifiestan celo por el honor de su nombre, cuando revelan su amor por Él rogándole que obre, no para su beneficio personal, sino para gloria de Él mismo, a fin de que su nombre no sufra oprobio ni sea blasfemado entre los paganos, esto le resulta agradable. Daniel intercede luego por la ciudad de Jerusalén, que lleva el nombre de Dios, y por el santo monte, al que quería tan entrañablemente, y le ruega que por sus miseraciones, desvíe su ira. Finalmente, concentra su atención en el santuario sagrado, la morada de Dios en la tierra, y solicita la reparación de sus asolamientos” (Uriah Smith, Las Profecías de Daniel y el Apocalipsis, pág. 160).
UNA RESPUESTA RÁPIDA
7. ¿Qué maravillosa experiencia tuvo a través de esta oración? ¿Qué comisión debía completarse entonces? Daniel 9:20-23; 8:16.
Aún estaba hablando y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante de Jehová mi Dios por el monte santo de mi Dios; aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde. Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento. Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. Entiende, pues, la orden, y entiende la visión. Y oí una voz de hombre entre las riberas del Ulai, que gritó y dijo: Gabriel, enseña a éste la visión.
“El Cielo se inclina para oír la ferviente súplica del profeta. Aun antes que haya terminado su ruego por perdón y restauración, se le aparece de nuevo el poderoso Gabriel,…” (Profetas y Reyes, pág. 409).
“Y sin embargo Dios había mandado a su mensajero: ‘Haz que éste entienda la visión.’ Esa orden debía ser ejecutada. En obediencia a ella, el ángel, poco tiempo después, volvió hacia Daniel, diciendo: ‘Ahora he salido para hacerte sabio de entendimiento;’ ‘entiende pues la palabra, y alcanza inteligencia de la visión.’ (Daniel 8: 27, 16; 9: 22, 23, V.M.)
Había un punto importante en la visión del capítulo octavo, que no había sido explicado, a saber, el que se refería al tiempo: el período de los 2.300 días;…” (El Conflicto de los Siglos, pág. 373).
ESTUDIO PERSONAL
• En Lugares Celestiales, págs. 76, 88.
• Mensajes Selectos, tomo 3, pág. 353.
• Uriah Smith, Las Profecías de Daniel y el Apocalipsis, págs. 157-160.
Lección 22 - Respuesta a una Humilde Oración
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ResponderEliminarBENDECIDOS
samuel becerra lópez