A
través de la historia Dios ha tenido un pueblo que ha estado dispuesto a
sostener su verdad y su obra. En estos “días del tiempo del fin,” este pueblo
especial está compuesto por aquellos que creen en el mensaje del Gran
Movimiento Adventista. Este movimiento se originó cuando verdaderos hombres de
Dios de varias creencias y diferentes lugares comenzaron a predicar que Cristo
regresaría pronto a la tierra.
En
América el trabajo abnegado de Guillermo Miller, un respetado granjero de Nueva
Inglaterra, quien llegó a ser un ministro en la Iglesia Bautista, dirigió el
gran avance evangélico del siglo XIX. Basado en la interpretación de la
profecía de Daniel 8:14, él y algunos 3.000 ministros de varias iglesias
protestantes predicaron que Cristo vendría para el 22 de Octubre de 1844.
Esta
gloriosa esperanza se derrumbó cuando el día llegó y nada sucedió. Solo un
puñado de adventistas se mantuvieron fieles al mensaje predicado por Guillermo
Miller y escudriñaron buscando luz adicional. Fueron recompensados al entender
que el Santuario de la profecía se refería no a esta tierra, que era la
creencia popular, sino al santuario celestial, el cual es claramente descrito
en el libro de Hebreos. Cristo es allí descrito como nuestro Sumo Sacerdote
desempeñando el último servicio de intercesión por su pueblo.
LOS ADVENTISTAS DEL
SÉPTIMO DÍA LLAMADOS POR DIOS
Este
pequeño grupo de fieles Adventistas formó el núcleo de lo que es hoy día “La
Iglesia Adventista del Séptimo día”. Nueva luz les fue dada concerniente a la
Obra de Cristo en el Santuario, el Sábado, la Reforma pro-salud y la
organización. Un maravilloso sistema de verdades bíblicas desarrollado
gradualmente, un sistema que suple cada necesidad de nuestro tiempo. La
doctrina central del movimiento fue la inminente y visible venida de Cristo.
Todas las pruebas, privaciones y sacrificios que enfrentaron los pioneros del
Movimiento Adventista fueron sobrellevados alegremente, porque ellos firmemente
creyeron que Cristo vendría muy pronto.
La
elevada norma espiritual mantenida por ellos fue lograda gracias a esta
ardiente esperanza. El movimiento creció, prosperó y se esparció. Propiedades
fueron adquiridas y el número de miembros aumentó. Progresivamente el
movimiento se convirtió en Iglesia. Durante estos primeros años los Adventistas
del Séptimo día fueron un pueblo especial, distinto y con un mensaje
específico. Pero como la anticipada venida de Cristo fue demorada año tras año,
y nuevas generaciones reemplazaron las anteriores, la brillante esperanza y la
urgencia del mensaje comenzaron a decaer. Dios, a través de su sierva, Hna. E.
G. de White, envió amonestaciones y reprensiones a la iglesia que comenzaba a
asemejarse más y más al mundo. A tal punto que la mensajera del Señor declaró:
“La
línea de demarcación entre el mundo y muchos profesos cristianos, es casi
imperceptible. Muchos que una vez fueron sinceros Adventistas, se están
conformando al mundo, a sus prácticas, costumbres y egoísmo. En lugar de
dirigir el mundo a rendir obediencia a la ley de Dios, la iglesia se le une más
y más en transgresión. Diariamente la iglesia se está convirtiendo al mundo”. –Testimonios,
tomo 8, págs. 118, 119.
Este
fue solo uno de los muchos mensajes enviados al pueblo de Dios, pero las
amonestaciones no fueron atendidas. El mensaje “Cristo Nuestra Justicia”
presentado en 1888 a la Conferencia General en sesión no fue aceptado, excepto
por unas pocas personas.
Esta
renuencia a someterse al Espíritu Santo condujo inevitablemente a una abierta
apostasía cuando se puso a prueba la obediencia a la ley de Dios. Año tras año
los mensajes de advertencia se hicieron más específicos, hasta que la
predicción de terribles pruebas sobre el pueblo de Dios comenzó a
aparecer.
“Pruebas
terribles esperan al pueblo de Dios. El espíritu de guerra agita las naciones
desde un cabo de la tierra hasta el otro. Mas a través del tiempo de angustia
que se avecina –un tiempo de angustia como no lo hubo desde que existe nación,
– el pueblo de Dios permanecerá inconmovible”. –Joyas de los Testimonios, tomo 3,
pag. 286.
Desde
1914 en adelante el mundo se ha visto envuelto en ese tiempo de agitación. De
una crisis política a otra, las naciones han estado y aún están en
dificultades. Esto continuará hasta el fin del tiempo y el pueblo de Dios será
continuamente probado.
LA IGLESIA ES
PROBADA
Las
terribles y difíciles pruebas que el pueblo de Dios iba a enfrentar estaban
relacionadas con la guerra. El pueblo de Dios sería probado en su lealtad hacia
Él y hacia sus mandamientos en este tiempo de guerra. El movimiento Adventista
ya había confrontado esta prueba, a un nivel nacional, durante la guerra civil
americana (1861-1865). En aquel
tiempo los fieles tuvieron que decidir qué posición tomarían en este conflicto
en el cual estaban involucrados el 4to. y 6to. mandamientos.
El
movimiento pasó bien esta primera prueba, bajo el cuidado de Dios. Aun cuando
el artículo de Jaime White, publicado en The Review and Herald del 12 de Agosto
de 1862, bajo el título “La Nación”, abogaba por la participación en el
ejército para ayudar en la abolición de la esclavitud, la iglesia tomó una
posición correcta, después que Dios les diera una clara visión concerniente al
tema, por medio de la Hna. White. Ella escribió:
“Me
fue mostrado que el pueblo de Dios, que es su especial tesoro, no puede
ocuparse en esta guerra, porque se opone a cada principio de su fe. En el
ejército no pueden obedecer la verdad y al mismo tiempo obedecer los mandatos
de sus oficiales. Habría una continua violación de conciencia. Los hombres del
mundo son gobernados por principios del mundo y no pueden apreciar otros
principios. La política mundana y la opinión pública comprenden el principio de
acción que les gobierna y que les hace aparentar que hacen bien; pero el pueblo
de Dios no puede ser gobernado por estos principios. Las palabras y mandatos de
Dios, escritos en el alma, son espíritu y vida, y contienen poder para subyugar
y producir obediencia. Los diez preceptos de Jehová son el fundamento de toda
justicia y de toda buena ley. Los que aman los mandamientos de Dios acataran la
buenas leyes del país; pero si los mandatos de los gobernantes son tales que
son contrarios a las leyes de Dios, la única pregunta que contestar es:
¿Obedeceremos a Dios, o al hombre?” –Estudios Escogidos de los Testimonios, pág.
436.
Tres
alternativas fueron colocadas delante de los Adventistas del Séptimo día en
aquel tiempo de la guerra civil. La primera: trabajar en hospitales; la
segunda: cuidar de los esclavos libres; y la tercera: pagar 300 US$ de
exoneración. Su posición fue confirmada en una carta enviada al gobernador de
Michigan en 1864; de la cual citamos la siguiente porción:
“La
denominación de cristianos llamados a sí mismos Adventistas del Séptimo día,
tomando la Biblia como regla de fe y práctica están unánimes al creer que los
enseñanzas bíblicas son contrarias al espíritu y práctica de guerra; por
consiguiente, ellos siempre se han opuesto a portar armas. Si hay alguna
porción en la Biblia que nosotros, como pueblo, podemos recalcar más que
cualquier otra como nuestro credo, es la ley de los diez mandamientos, la cual
estimamos como ley suprema y de la que tomamos cada precepto con su debida
importancia. El cuarto de estos mandamientos exige el reposo de toda labor en
el séptimo día de la semana, el sexto prohíbe quitar la vida, ni aún para
cumplir un deber militar. Nuestra práctica ha sido uniformemente consecuente
con estos principios. Por lo tanto, nuestro pueblo, no se ha sentido libre de
alistarse en el servicio. En ninguna de nuestras publicaciones denominacionales
hemos abogado o animado la práctica de portar armas; y, cuando hemos sido
reclutados, antes que violar nuestros principios, hemos estado dispuestos a
pagar y ayudarnos el uno al otro pagando los 300 US$ de exoneración. Y mientras
esta estipulación estuvo vigente no prestamos atención a ninguna expresión
pública acerca de nuestros sentimientos con respecto a este llamado militar”. –In
Time of War, pág. 58.
DURANTE LA GUERRA
CIVIL ESTA POSICIÓN FUE LLAMADA “NO COMBATIENTE”
Desde
entonces, el significado de este término ha cambiado unas cuantas veces. Hoy
“No combatiente” significa alguien que sirve en el ejército y ejerce todos los
deberes con excepción de portar armas. Al principio, este término significaba,
rehusar entrar en el ejército sin importar en qué función.
Hoy
llamamos esto “objetor de conciencia contra el servicio militar”. Así los
pioneros entendieron esta verdad y la observaron como lo muestra la repetida
declaración de 1865: “Acordando, que nosotros reconocemos al gobierno civil
como ordenado por Dios para que la justicia y la tranquilidad puedan ser
guardados en el país, y para que el pueblo de Dios pueda llevar vidas
tranquilas y pacificas. “En conformidad con este hecho, reconocemos la justicia
de rendir tributo, honor y reverencia al poder civil, como es ordenado en el
Nuevo Testamento. Mientras gustosamente rendimos a César lo que las Escrituras
muestran como de él, estamos obligados a rehusar toda participación en actos de
guerra, y derramamiento de sangre, por ser inconsecuente con los deberes
requeridos de nosotros por nuestro divino Maestro con respecto a nuestros
enemigos y hacia toda la humanidad”. –Adventistas del Séptimo Día y Gobierno
Civil, págs. 10, 11.
El
Señor bendijo su posición y se les concedió el derecho de oponerse a la guerra
en todas sus formas.
LA PRUEBA ES
REPETIDA
Cincuenta
años más tarde, la misma prueba vino por segunda vez al pueblo de Dios, solo
que esta vez a nivel internacional. La primera guerra mundial estalló en Europa
y los hermanos allí- tuvieron que tomar decisiones sumamente difíciles. Las
diferentes naciones presionaron sobre los líderes Adventistas, bajo la amenaza
de perder la vida y propiedades si rehusaban participar en la guerra. Los
líderes en Europa cedieron y aconsejaron a sus miembros tomar las armas y
pelear, aún en sábado, para defender su propio país. Algunos miembros vieron
que esta era una grave apostasía, y la tristeza embargo sus corazones; pero
ellos resolvieron mantenerse fieles a los principios cristianos.
El
resultado fue que un dos por ciento aproximadamente rehusó obedecer el mandato
de los hombres y estos fueron excluidos de la Iglesia. Ellos no deseaban
abandonar sus iglesias porque eran fieles Adventistas y creían que esta era la
iglesia de Dios. Continuaron pagando el diezmo y asistiendo a los servicios
cuando y como les fuera posible. Pero, no fueron tolerados y fueron aun
perseguidos por los líderes y miembros adventistas; solo por rehusarse a portar
armas.
NACE LA REFORMA
PROFETIZADA
Ya
en 1875 (Testimonios, tomo 3, pág. 474),
Dios había comenzado a llamar por una Reforma dentro de la Iglesia Adventista
del Séptimo día. En 1904, el llamado se hizo más fuerte, “Al menos que haya una
reforma decidida entre el pueblo de Dios, él apartará su rostro de ellos…. “Ha
llegado el momento para que una decidida reforma tome lugar”. –Testimonios,
tomo 8, págs. 146, 251.
“Debe
realizarse un reavivamiento y una reforma bajo la ministración del Espíritu
Santo. Reavivamiento y reforma son dos cosas diferentes. Reavivamiento
significa una renovación de la vida espiritual, un avivamiento de los poderes
de la mente y del corazón, una resurrección de la muerte espiritual. Reforma
significa una reorganización, un cambio de ideas, teorías, hábitos y
prácticas”. –Mensajes Selectos, vol. 1, pág. 149.
Los
fieles creyentes que fueron excluidos de la fraternidad en los diferentes
países de Europa se encontraban solos, perseguidos y sin iglesia. La
conferencia General Adventista cambió sus principios para simpatizar con la
apostasía de los líderes europeos. Sabiendo que anteriormente (1865) habían dicho: “Estamos llamados a
rehusar toda participación en actos de guerra, y derramamiento de sangre, por
ser inconsecuente con los deberes requeridos de nosotros por nuestro divino
Maestro con respecto a nuestros enemigos y hacia toda la humanidad” (Adventistas del Séptimo día y Gobierno
Civil, pág. 11), en 1917, la posición se tornó más abierta– “Solicitamos
que nuestras convicciones religiosas sean reconocidas por las autoridades, y
que al requerirse nuestro servicio para el país, sea solo en aquellas tareas
que no violen nuestra consciente obediencia a la Ley de Dios, como aparece en
el decálogo, explicado en las enseñanzas de Cristo y ejemplificado en su vida”.
–Adventistas
del Séptimo día y Gobierno Civil, pág. 11.
Ahora
dicen que sus miembros están dispuestos a servir a sus países en ciertas
posiciones específicas. Esta declaración difiere de la de 1865 en el cual ellos
rehusaban toda participación en actos de guerra. Después que los horrores de la
guerra se aquietaron en 1918, aquellos que habían sido excluidos de las
iglesias en los diferentes países se las arreglaron para ponerse en contacto.
En 1919, los reformadores, como se llamaron a sí mismos, se organizaron y
dedicaron a predicar y mantener las normas Adventistas originales. Esto no les
impidió apelar a la Conferencia General en América para que corrigieran los
errores de su apostasía.
Fueron
celebradas reuniones, una de ellas en Friedensau, Alemania, en 1920, y una
petición para que se les escuchara fue hecha a la sesión de la Conferencia
General en 1922 en San Francisco, California. Pero todos los esfuerzos por
corregir el terrible error fracasaron. Finalmente en 1925 el Movimiento de
Reforma estableció sus principios de Fe, conteniendo las doctrinas originales
de los adventistas. Y en esta forma las profecías de la sierva de Dios quien
muriera en 1915 (cuando su consejo y advertencia fueron abiertamente pisoteados
y desechados), concerniente a una reforma fueron cumplidas. El pueblo de Dios
en este tiempo final es identificado en las Escrituras como la iglesia
remanente. Al igual que las 6 iglesias de Apocalipsis 2 y 3, la última iglesia,
Laodicea, tiene un remanente de fieles vencedores. Este es el remanente que
guarda los mandamientos de Dios y sigue las instrucciones del Espíritu de
profecía (Apocalipsis 12:17).
Su
única seguridad radica en la guía divina: “¡A la ley y al testimonio! si no
dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido”. Isaías 8:20. Libertad
para transgredir La misma prueba fue repetida por tercera vez en la II guerra
mundial, con los mismos y aún peores resultados. Hoy en día el principio
defendido y publicado por los Adventistas en todas partes es: “Concedemos a
cada uno de nuestros miembros de Iglesia absoluta libertad para servir a su
país, en todo tiempo y lugar, en armonía con los dictados de sus convicciones
personales”. –Declaración política de la División Europea, Gland, Suiza, Enero 2,
1923.
Y
en Mayo 1934, la Conferencia General confirmo esta norma, así como lo ha hecho
muchas veces desde entonces –”La Iglesia no intenta dictar a sus miembros
individualmente, pero cada persona debe mantenerse en sus propias
convicciones”. –Adventistas del Séptimo día y Gobierno Civil, pág. 12.
Como
reformadores, protestamos a esta presunción de parte de los líderes
Adventistas al dar al pueblo libertad para transgredir la ley de Dios. “Si los
hombres estuviesen en libertad para apartarse de lo que requiere el Señor y
pudieran fijarse una norma de deberes, habría una variedad de normas que se
ajustarían a las diversas mentes y se quitaría el gobierno de las manos de
Dios. La voluntad de los hombres se haría suprema, y la voluntad santa y
altísima de Dios, sus fines de amor hacia sus criaturas, no serían honrados ni
respetados.” –Discurso Maestro de Jesucristo, pág. 49.
En
armonía con la palabra inspirada, debemos hablar contra las muchas
transgresiones, negligencia o abierto rechazo, en los diferentes aspectos, de la
preciosa luz que Dios ha dado a su pueblo. Esta protesta no es presentada con
una actitud de “más santo que tu”. Todos somos pecadores con urgente necesidad
de la justicia de Cristo nuestro Salvador. Pero él ha otorgado a su pueblo la
verdad presente para ser llevada al mundo. ¿Qué sucederá si el pueblo
Adventista permite que esta preciosa luz se opaque, falsifique o aún se
extinga?
RESULTADO DE LA
APOSTASÍA
La
mayoría de los sinceros Adventistas están de acuerdo en que una Reforma es
necesaria en la iglesia, pero ellos no ven que tal Reforma lleva a una
separación. A menudo este movimiento de reforma de 1914 es catalogado por los
líderes Adventistas como una rama extraviada o disidentes.
Pero
en realidad, fue la separación de la Iglesia Adventista del Séptimo día de la
firme plataforma de la verdad presente, y la expulsión de los fieles miembros
lo que causó el nacimiento de esta Reforma. De esta forma, la necesaria y
anticipada reforma dentro de la Iglesia Adventista ha ocurrido, y permanece
firme en la plataforma de la verdad en todo el mundo.
Nuestro
verdadero interés es por el sincero adventista que cree en el triple mensaje
angélico y desea vivirlo. Dios tiene un pueblo, una iglesia, donde todos se
pueden regocijar en la pura verdad que fue dada a los adventistas por el
Espíritu de Dios.
No se menciona el mensaje de la Justificación por la fe y lo que este significa en realidad, plataforma sobre la cual vivimos y nos movemos.
ResponderEliminarSaludos cordiales mis hermanos. Dios les bendiga.
Mónica