“Dios es el único que puede sanar. Aquellos cuyas mentes y cuerpos están enfermos han de ver
en Cristo al restaurador. ‘Porque yo vivo –dice, – y vosotros
también viviréis’ (S. Juan 14:19). Esta
es la vida que debemos ofrecer a los enfermos, diciéndoles que si creen en Cristo como el restaurador,
si cooperan con Él, obedeciendo las
leyes de la salud y procurando perfeccionar la santidad en el temor de Él, les
impartirá su vida. Al presentarles así al Cristo, les comunicamos un
poder, una fuerza valiosa, procedente de lo alto. Esta es la verdadera ciencia de curar el cuerpo y el alma” (El Ministerio de Curación, pág. 187).
ESPERANZA PARA EL ENFERMO
1. ¿En qué
condición se encuentran hoy la mayoría de las personas? ¿Hay alguna esperanza
de curación? Isaías 1:5, última parte, 6.
Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza
no hay en él cosa sana, sino herida,
hinchazón y podrida llaga; no
están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite.
“Este
mundo es un vasto lazareto (hospital), pero Cristo vino para sanar a los enfermos y proclamar liberación a los
cautivos de Satanás. Él era en
sí mismo la salud y la fuerza. Impartía
vida a los enfermos, a los afligidos, a los poseídos de los demonios. No rechazaba a ninguno que viniese para
recibir su poder sanador. Sabía que aquellos que le pedían ayuda habían
atraído la enfermedad sobre sí mismos; sin embargo no se negaba a sanarlos. Y cuando la virtud de Cristo penetraba en estas
pobres almas, quedaban convencidas de pecado, y muchos eran sanados de su
enfermedad espiritual tanto como de sus dolencias físicas. El Evangelio posee todavía el mismo
poder, y ¿por qué no habríamos
de presenciar hoy los mismos resultados?” (DTG, pág. 763).
2. ¿Por qué
vino Jesús a la tierra? Mateo 9:12; 4:23.
Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen
necesidad de médico, sino los enfermos. Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando
en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando
toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
“Cristo
vino a este mundo y vivió conforme a la ley de Dios para que el hombre pudiera dominar perfectamente las
inclinaciones naturales que corrompen el alma. Él es el Médico del alma y del cuerpo y da la victoria sobre las
pasiones guerreantes. Ha
provisto todo medio para que el hombre pueda poseer un carácter perfecto… “Cristo es el mismo médico compasivo que
cuando desempeñaba su ministerio terrenal. En Él hay bálsamo curativo para toda enfermedad, poder restaurador
para toda dolencia” (El
Ministerio de Curación, págs. 92, 172).
PODER SANADOR DE JESÚS
3. ¿A través
de que poder curaba Jesús? Salmo 107:19, 20; 2 Reyes 20:4, 5; Mateo 8:8.
Pero clamaron
a Jehová en su angustia, Y los libró de sus aflicciones. Envió su palabra, y los sanó, Y los libró de su ruina. Y antes
que Isaías saliese hasta la mitad del patio, vino palabra de Jehová a Isaías, diciendo: Vuelve, y di a Ezequías, príncipe de mi
pueblo: Así dice Jehová, el Dios de David tu padre: Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te
sano; al tercer día subirás a la casa de Jehová. Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente dí la palabra, y mi criado sanará.
“El mismo
poder que Cristo ejerció cuando andaba entre los hombres se encuentra en su
Palabra. Con ella curaba las
enfermedades y echaba fuera demonios; con ella sosegaba el mar y resucitaba a los muertos; y el pueblo atestiguó que su palabra iba
revestida de poder. El predicaba la Palabra de Dios, la misma que había
dado a conocer a todos los profetas y maestros del Antiguo Testamento. La Biblia entera es una manifestación de
Cristo…
“En sus
milagros, el Salvador manifestaba el poder que actúa siempre en favor del hombre,
para sostenerle y sanarle. Por
medio de los agentes naturales, Dios
obra día tras día, hora tras hora y en todo momento, para conservarnos la vida,
fortalecernos y restaurarnos. Cuando alguna parte del cuerpo sufre perjuicio,
empieza el proceso de curación; los agentes naturales actúan para restablecer
la salud. Pero lo que obra por medio
de estos agentes es el poder de Dios. Todo poder capaz de dar vida
procede de Él. Cuando alguien se repone de una enfermedad, es Dios quien lo
sana” (El Ministerio de Curación, págs.84,
75, 76).
4. ¿Cuál es
la invitación aún hoy? Mateo 11:28-30.
Venid a mí todos los que estáis
trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad
mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde
de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas; porque
mi yugo es fácil, y ligera mi carga.
“El amor
que Cristo infunde en todo nuestro ser es un poder vivificante. Da saluda cada una de las partes vitales:
el cerebro, el corazón y los nervios.
Por su medio las energías más potentes de
nuestro ser despiertan y entran en actividad. Libra al alma de culpa y tristeza, de la ansiedad y congoja que
agotan las fuerzas de la vida. Con
Él vienen la serenidad y la calma. Implanta en el alma un gozo que nada en la
tierra puede destruir: el gozo que hay en el Espíritu Santo, un gozo que da
salud y vida. “Las palabras de nuestro Salvador: ‘Venid a mí,… que yo os haré
descansar’ (S. Mateo 11:28), son una
receta para curar las enfermedades físicas, mentales y espirituales. A pesar de que por su mal proceder los
hombres han atraído el dolor sobre sí mismos, Cristo se compadece de ellos.
En Él pueden encontrar ayuda. Hará cosas grandes en beneficio de quienes en Él
confíen” (M. C, págs. 78, 79).
MÉDICO DEL ALMA
5. ¿Es Jesús
sólo Médico del cuerpo? ¿Cuáles son sus palabras a los enfermos? Salmo
103:3, 4; Mateo 9:2.
Él es
quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias; El que
rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias.
Y sucedió que le
trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo,
hijo; tus pecados te son perdonados.
“Muchos de los que acudían a Cristo en busca de ayuda habían atraído la enfermedad sobre
sí, y sin embargo Él no rehusaba sanarlos. Y cuando estas almas recibían la virtud de Cristo, reconocían su
pecado, y muchos se curaban de su enfermedad espiritual a la par que de sus
males físicos” (El
Ministerio de Curación, pág. 49).
“Hay
remedio para el alma enferma de pecado. Ese remedio es Jesús. ¡Precioso
Salvador! Su gracia es suficiente para el más débil; y el más fuerte también
debe tener su gracia o perecerá” (La
Maravillosa Gracia, pág. 87).
6. ¿Cuál es
la prescripción del Médico divino para la salud del cuerpo, mente y alma? ¿Qué
motivará a otros a buscar este Médico? Juan 6:51; Jeremías 15:16; Romanos 10:14.
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno
comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la
cual yo daré por la vida del mundo. Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de
mi corazón; porque tu nombre se
invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos. ¿Cómo, pues,
invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien
no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?
“A fin de
tener salud y vitalidad en el alma, el Médico divino prescribe comunión con Él.
Debemos sentamos a sus pies y aprender
de Él cómo ser mansos y humildes de corazón. La salud espiritual depende del alimento que se da a la mente y del
aire que se respira. “El alma
necesita alimento, y a fin de conseguirlo, debe estudiarse la Palabra de Dios. Para curar la enfermedad es esencial
inspirar aire puro. Y no es menos
esencial que la atmósfera que respiramos en la vida espiritual sea pura.
Esto es imprescindible para el crecimiento saludable en la gracia. Respiren la atmósfera pura que produce
pensamientos puros y palabras nobles. Escojan asociarse con los cristianos. El cristiano no tendrá salud espiritual a menos que sea cuidadoso con
respecto a sus compañías” (Alza
tus Ojos, pág.172).
7. ¿Qué instrucción
impartía Jesús a aquellos que había sanado o perdonado? Juan 5:14; 8:11.
Después le halló Jesús en el templo,
y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más,
para que no te venga alguna cosa peor. Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni
yo te condeno; vete, y no peques más.
“Al curar
las enfermedades, Cristo decía
muchas veces a los enfermos: ‘No
peques más, porque no te venga alguna cosa peor’ (S. Juan 5:14). Así les enseñaba que habían atraído su
dolencia sobre si al transgredir las leyes de Dios, y que la salud no puede conservarse sino por medio de la obediencia.
“El médico debe enseñar a sus
pacientes que han de cooperar con Dios en la obra de restauración. El médico echa cada vez más de ver que
la enfermedad resulta del pecado. Sabe
que las leyes de la naturaleza son tan ciertamente divinas como los preceptos
del Decálogo, y que sólo por la obediencia a ellas pueden recuperarse o
conservarse la salud. Él ve que muchos sufren los resultados de sus hábitos
perjudiciales cuando podrían recobrarla salud si hiciesen lo que está a su
alcance para su restablecimiento. Es
necesario enseñarles que todo hábito que destruye las energías físicas,
mentales o espirituales, es pecado, y que la salud se consigue por la
obediencia a las leyes que Dios estableció para bien del género humano”
(El Ministerio de Curación, págs. 76,
77).
MEDITACIÓN
“El único remedio para los pecados y dolores de los
hombres es Cristo. Únicamente el Evangelio de su gracia puede curar los males
que azotan a la sociedad… Solamente Él da un nuevo corazón de amor en lugar del
corazón egoísta de pecado” (La
Maravillosa Gracia, pág. 25).
“La curación física va enlazada con la misión
de predicar el Evangelio. En la obra del Evangelio, jamás deben ir separadas la
enseñanza y la curación… “La proclamación del Evangelio a todo el mundo es la
obra que Dios ha encomendado a los que llevan su nombre. El Evangelio es el
único antídoto para el pecado y la miseria dela tierra. El dar a conocer a toda
la humanidad el mensaje de la gracia de Dios es la primera tarea de los que
conocen su poder curativo” (El
Ministerio de Curación, pág. 100).
ESTUDIO PERSONAL
“El
Salvador asistía tanto al alma como al cuerpo. El Evangelio que enseñó
fue un mensaje de vida espiritual y de restauración física. La salvación del
pecado y la curación de la enfermedad iban enlazadas” (El Ministerio de Curación, pág. 75).
· Mateo 20:32
· Lucas 18:41
“Así sucede
con la lepra del pecado, tan profundamente arraigada, tan mortífera, tan
imposible de curar por el poder humano. ‘Toda cabeza está enferma, y todo
corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa
ilesa, sino herida, hinchazón y podrida llaga’
(Isaías 1:5, 6.) Pero Jesús, al humanarse, no se contamina. Su presencia es
virtud curativa para el pecador. Cualquiera que se postre a sus pies,
diciéndole con fe: ‘Señor, si quisieras, puedes
limpiarme,’ oirá esta respuesta: ‘Quiero: sé limpio’…
“El
renunciar a la satisfacción dañina de los apetitos impone sacrificios. Pero
al fin se verá que, si no se le pone trabas, la naturaleza desempeña su obra
con acierto y los que perseveren en la obediencia a sus leyes encontrarán
recompensa en la salud del cuerpo y del espíritu” (El Ministerio de Curación, págs. 45, 89).
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