Se enfermó un hombre
llamado Lázaro,
personaje apreciado
por Jesús,
María y Martha,
hermanas del enfermo,
enviaron un mensaje
al rey de amor.
El que amas, señor
está enfermo,
esperaban simpatizar
con su dolor,
pues sabían que
Cristo era el maestro,
un gran médico y el
mayor consolador.
Pasaron días… y el
maestro no llegaba,
¿Dónde estaba? se oía
a gran voz,
si decía, que amaba a
su siervo,
por qué no atiende
hasta ahora su aflicción.
Falleció Lázaro y
Jesús aun tardaba,
nadie comprendía al rey
señor,
la muchedumbre solo
criticaba,
y parecía que su fe
se esfumo.
Jesús decide regresar
a Judea,
nadie entiende esa
actitud,
al saber Martha, que
éste, se acercaba,
corre a los pies del
Salvador.
Si hubieses estado
aquí,
mi hermano no hubiese
muerto,
fue lo exclamó a su
señor,
hija mía resucitara
entre los muertos,
fue la respuesta del
gran consolador.
Jesús se acercó a
aquella tumba
y lloró con gran
desilusión,
pues sabía que la
hipocresía le rodeaba,
entre gente que fingía
aflicción.
Lázaro… levántate y
anda,
fueron las palabras
del señor,
todos admirados
observaban,
el milagro de la gran
Resurrección.
(Rosa Beatriz
Moreno Dávalos)
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